Estoy llegando a los 60 y he decidido acogerme a la jubilación anticipada voluntaria. Después de 38 años de servicio en la escuela pública, el 2 de septiembre de 2018 finalizará mi «vida laboral». Quiero rendir un homenaje a quienes me han acompañado o quedaron en el camino, sin cuyo ejemplo y legado no habría alcanzado esta meta. Este es un relato del tiempo pasado y un adelanto de los proyectos que espero abordar.
Mi infancia son recuerdos…
Nací en Córdoba, en la calle San Pablo, en una de las casas que daban al compás de la iglesia. Con tres meses me llevaron al estudio de Rodríguez, en García Lovera. Mientras me retrataban, debí aspirar vapores de hiposulfito que provocaron mi irreversible adicción a la fotografía.

Cuando tenía tres años nos mudamos al Sector Sur. El nuevo piso de la Avenida de Cádiz era amplio y muy luminoso. Empecé a asistir a la «amiga» de la Srta. Conchita Areales, en un local comercial de los bajos de casa.

Después de aprender las primeras letras me llevaron a otra escuela en un piso de la calle Huelva. Y de allí pasé al colegio Virgen del Carmen, donde hice el ingreso y hasta 4º de Bachillerato.

Al principio iba a San Cayetano en el autobús del colegio. Pero cuando crecí, mi padre me llevaba con otros chiquillos en su Seat 600 hasta su trabajo en Santa Marina. Conservo muy gratos recuerdos de los carmelitas, en especial del padre José Tomás Lizasoain. Él me hizo descubrir la poesía, apreciar el latín y el vascuence y engancharme años después a los Cámel que se fumaba contínuamente.
En el «Averroes»
No sé si fue por la primera crisis del petróleo y el precio del colegio, o por mis pésimas notas, el caso es que al acabar 4º, me matricularon en el IES Averroes, a dos pasos de casa. Entre 1972 y 1975 cursé allí 5º, 6º y COU.

Todavía recuerdo con gran aprecio, y a veces veneración, a mis profesores:
- Don Laureano Pérez-Cacho, que me inculcó el amor a los bichos.
- Doña Lourdes Pardo, que me enseñó a pensar en francés.
- Don Dionisio Ortiz, que no consiguió que aprendiera a dibujar, sobre todo por mi ineptitud.
- Don Manuel Guillén, el inefable «Manolito», que me hizo odiar las espalderas.
- Doña Marta Loma, que me acribilló a suspensos en matemáticas.
- Don Juan Millán, gracias a quién recuerdo todavía la fórmula del perhidrociclopentanofenantreno.
- La Señora Berenjena, tan buena física, que hizo que me pasara a letras en la carrera.
- Don Antonio Prieto, a quién le tocó en su clase de Filosofía explicarnos en directo por qué Carrero Blanco había volado por los aires.
- Don Alejandro Gatón, el cura que nos ponía música en su casa y nos paseaba en su Mini 1275GT.
- Y don Joaquín Criado Costa, a quien debo mis lagunas en Lengua, ya que me pasé dos cursos copiándole recortes de periódico para su tesis doctoral sobre el poeta Fernández Grilo.

Al terminar COU tuve que tomar la decisión de mi vida. Mis profesores me aconsejaron periodismo, y aunque podía irme a Madrid con mis tías, pudo más el sentido común. Discutiendo con Paco Ariza, mi compañero de estudio, que si Medicina, que si Filosofía… acabamos los dos en Magisterio.
Entre la Normal y el «Amparito»
Recuerdo perfectamente mi entrada en el edificio de la calle Priego de Córdoba. Por el hueco de las escaleras caían cientos de panfletos y octavillas. Era octubre de 1975. Tres meses antes, ya había pasado una noche en comisaría. Fue cuando a Gregorio Bueno y a mí nos cazaron los grises en una redada en el bar del Polideportivo. Y no quería volver a pasearme en «grillera» ni entrar a deshoras por la puerta del DNI.
Mi carrera fue un desastre en todos los sentidos. Huelgas y más huelgas, asambleas permanentes, y mucho, mucho materialismo histórico. A veces había recitales (Carlos Cano, Rosa León…) con los antidisturbios en la puerta. Y siempre estábamos en el «Amparito» un bar donde había más gente que en las clases. Mi expediente está plagado de suspensos. Afortunadamente, por encima de tanto marxismo sobresalía un profesorado excelente. Recuerdo a D. Francisco Martín López, que me hizo ver la Historia de otra forma: ¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas? y sobre todo a D. Ángel Aroca, que me hizo ser un apasionado del Arte.
En el tiempo libre entre huelgas, para cubrir los gastos de libros, discos y primeros viajes, empecé a trabajar, haciendo de todo:
- Clases particulares, previo anuncio en el «Córdoba», rescatando casos imposibles (de esos que acababan en Campillos).
- Una tarde trabajé en el Híper de mozo de almacén; aunque me encandilaron las 17.000 pesetas de sueldo, casi me muero cuando me subieron en la carretilla, en vilo, a todo lo alto de la nave. El trabajo era poner precios a ropa interior. Al día siguiente, directamente no volví.
- Publidi Marketing, una agencia de buzoneo, gracias a la que conocí palmo a palmo muchos pueblos de Andalucía y Extremadura.

Maestro a los 20
Aunque me aseguraron trabajo en un colegio privado religioso, yo me conocía. Quería salir fuera, irme ya de casa, y mejor si era a un pueblo. Acababa de conocer a Pilar. Compré el temario a medias con Paco, pero no lo estudié ni por el forro. Oposiciones del 79, más de 1000 aspirantes para 10 plazas (luego fueron algunas más que sobraron de las restringidas).
Primer examen, un 5, gracias a que resolví un problema de indeterminadas, inventándomelo. Segundo, el de Geografía, lo bordé con un 7, ya que me tocó escribir sobre planos de pueblos, y tenía un máster con los vales de descuento. En el oral me salen muchas bolas bajas (del 1 al 10 eran los principios de Víctor García Hoz) me aturrullé y saqué una de más; para mi suerte, hubo que repetir la extracción y entonces salieron temas que al menos me sonaban. El tribunal, con don Juan Díez jovencísimo, me otorgó una de las plazas. Entonces me fui a la Zona para anular la prórroga y hacer la mili de inmediato. La hice de maestro en Aranjuez.
Capítulo I. Benaoján, Manilva, Fuente Pareja y Sabinillas
8 de diciembre de 1980. El día que murió John Lennon. Después de varias horas en un ferrobús, llegué a la estación de Benaoján. Por una empinada carretera subí al pueblo en una furgoneta de Correos. Tenía entonces 22 años… Mi primera clase, un Primero de E.G.B.

Aquí me di cuenta de lo poco que me servía todo lo que estudié en Magisterio y empecé como pude a enseñar y sobre todo a aprender. Para mi suerte, habían hecho un buen preescolar, y muchos (y es justo decir que sobre todo las chicas) leían con soltura. Debían de ser 31 o más. Y eran maravillosos.
El destino —bendito destino— me llevó en mi primer vuelo a aquella sierra, a aquel colegio, a aquella gente. Allí me acogieron, me aceptaron y me hicieron ser como soy. Nunca tendré palabras para agradecer tanta ayuda a todos los compañeros, en especial a José Manuel Ríos. Juntos formamos un tándem inolvidable para chapuzas, montajes y toda clase de imposibles.

Palabras a Pablo
Pablo, fuiste mi norte aquellos primeros años. Consejero oportuno, me enseñaste la base del magisterio; cómplice incondicional de mis inquietudes, apoyaste mis disparatadas propuestas; fuiste surtidor de ideas para las que había que fabricar algo que no existía… Recuerdos de los primeros ochenta: emisora de radio escolar, aula de informática con los Sinclair ZX 81, televisión en todas las clases, intercomunicadores por si las niñas se despertaban mientras compartíamos la cena… y todo lo que hicimos en Sabinillas. Querido Pablo, fue muy agradable estar bajo tu batuta y me siento orgulloso, afortunado y muy agradecido. Después vino una larga travesía en la que noté tu ausencia, pude hacer, pero no como contigo. Ahora mi colegio es por fin de nuestro estilo; a todo el que llega lo miro como con tus ojos, busco sus fortalezas y le animo a que las desarrolle. Como ves, lo que sembraste va dando fruto…
Palabras a Vicente
Contigo, Vicente, no compartí colegio sino colonia —más horas todavía—. Los días de julio eran largos, desde la tuna mañanera hasta la cena de madrugada en la Duquesa, pasando por las escapadas cerveceras al Pueblo Mejicano. En todo momento fui empapándome de tu sabiduría popular, de tus ocurrencias y tus reacciones equilibradas, de tu saber estar… Vicente, te agradezco todo lo que compartiste conmigo, ese tiempo en el que yo te estudiaba y te asimilaba. Como dijo Machado: «Siempre que trato con hombres del campo, pienso en lo mucho que ellos saben y nosotros ignoramos, y en lo poco que a ellos importa conocer cuanto nosotros sabemos». Pero tú no eras así, ya que con tu curiosidad y tus retos me ayudaste a ser el maestro que soy.
Pasamos siete cursos en la provincia de Málaga. Hay algunas historias y fotos en el DIARIO DE UN MAESTRO y muy pronto, estarán las que faltan, y los recuerdos que todavía no haya borrado el tiempo.
Capítulo II. La Puebla de los Infantes
En los quince años que pasé en el colegio de La Puebla disfruté con mi afición a la fotografía. También aprendí mucho, sobre todo de la gente del campo y de Manuel Mantero, «Manolito el de las escuelas».

Con este hombre sencillo mantuve largas conversaciones. Manuel era claro y preciso; sus sentencias encerraban toda la sabiduría popular y siempre estaba dispuesto a ayudar y a escuchar.
El colegio. Poco a poco fui haciendo una colección enorme de imágenes, de celebraciones, fotos de mi clase o de otras que me invitaban; sigo con la tarea de difundir este patrimonio, poco a poco (espero que a partir de la jubilación me cunda más).

Telepuebla. De todas las actividades que he hecho en mis años de escuela, sin lugar a dudas, el «telepuebla» ha sido la más complicada, pero a la vez la más divertida.
La Puebla. De los quince años que viví en La Puebla de los Infantes conservo, además de buenos amigos y gratos recuerdos, más de 80.000 fotografías de sus gentes, sus fiestas, sus paisajes… (algo publiqué en su día, pero es otro de los asuntos pendientes).
Capítulo III. El Enríquez Barrios
Después de veintidós años, en 2002 volví a Córdoba. Quería recuperar mi tiempo, mis libros, mis paseos, mis fotos… Tampoco pudo ser. Me enredé con la dirección del centro y he tenido que renunciar a mucho desde entonces.


He tenido muy buenos momentos y he trabajado con personas excelentes. Pero no todo ha sido un paseo; lamentablemente, a los centros se accede por concurso de traslados y no por méritos. Y a veces han llegado personas anteponiendo sus intereses personales y su libertad de cátedra al proyecto educativo común. El tiempo pondrá a cada cual en el sitio que le corresponda.
Debido a la LOPD, las páginas de fotos y descargas de ebarrios.net estaban protegidas por contraseña, y ahora están desactivadas. Desde el principio de esa web asumí una responsabilidad y es un lastre que no quiero transferir a mi marcha. Mi intención es publicar todas las fotos y vídeos, tanto en mi página personal como en algunas redes, sin restricciones de descarga, conforme vaya pasando el tiempo. Pero es un deseo, no un compromiso.
Despedida de las familias del Enríquez Barrios
Estimadas familias: después de 15 cursos al timón del colegio, voy a dejar paso a una nueva generación. Estos años he servido con lealtad e independencia a la escuela pública; no he pertenecido a partidos ni sindicatos, y mi única ideología ha sido dar un óptimo servicio, dentro de la normativa, muchas veces a expensas de mi tiempo familiar. Les agradezco sinceramente la confianza que han depositado en mi equipo y la tolerancia que han tenido con mis errores. Sin saber aún quien me relevará, les pido que sigan apoyando a nuestro colegio y que se impliquen más en sus órganos de representación; sin duda, el cambio abrirá nuevas vías de diálogo y entendimiento. Por último les voy a recomendar que dejen que sus hijos aprendan a gestionar su tiempo y sus conflictos; los papás-helicóptero están causando daños irreversibles en la responsabilidad, autonomía e independencia de toda una generación.
Jubilación
Pues no. No ha habido jubilación ni homenajes. Por expreso deseo de la seño Mati y mío, hemos terminado el curso como otros años, con un claustro y una cena. Eso sí, en el claustro nos sorprendieron con dos detallazos, un bolso precioso para la seño y la colección de Tintin para mí.

Yo les había preparado un recuerdo, una foto infrarroja, original y de tirada limitada, sobre Ilfobrom Galerie virada al sulfuro.

Esa noche, en la Ermita de la Candelaria, Isabel leyó su despedida en verso. Como siempre, genial.






Solo me queda decir que el viernes 29, el último día «oficial» de trabajo, me puse mi camiseta de Tintin y cuando tenía casi todo recogido se me ocurrió subir una foto a Instagram (y después a Facebook) titulada: «Esto se acaba», haciendo referencia al curso… pero los comentarios se dispararon, mucho antes de que pudiera escribir esta página de despedida. Vaya pues mi sincero agradecimiento desde aquí a quienes escribieron o felicitaron.
Proyectos
No puedo volver a los 17, pero me he dejado mucho por hacer… Además de los clásicos, leer, pasear y conversar, tengo los siguientes propósitos para mi jubilación:
Escuchar más música
La música es el mejor alimento para mi espíritu, me alegra, me emociona, me hace llorar. Se quejaba Pilar de que en las seis mudanzas que hicimos en los primeros años, cuando llegábamos a una casa, lo primero que yo hacía era enchufar el equipo HI-FI. En estos últimos tiempos he tenido muchos momentos de silencio para poder concentrarme, redactando informes, haciendo papeleo… ¡Ahora va a ser la mía!
Dos temas me han acompañado casi a diario. Por las mañanas, camino al cole, he silbado, tarareado e incluso cantado el «Va pensiero», el coro de los esclavos del Nabucco de Verdi. Y en casa, cuando estaba desbordado o agotado, salía al salón a pasar mi mano sobre el sofá, como el gladiador Máximo acariciaba el trigo con la suya. Y entonces recordaba y me liberaba con el «Now we are free» cuya versión por los 2 Cellos estaba antes de fondo en esta página.
Seguir haciendo deporte
Con tanto trabajo sedentario y tantas obligaciones me estaba poniendo más ancho que largo. Pero todo tiene un límite, y desde septiembre pasado, andamos «al estilo Rajoy» una hora cada día, haga calor o frío, llueva o truene. El circuito del «Colacao» es testigo de la marca actual de 7 km en una hora. Allí me he dejado 13 kg de tocino que me sobraban.
Enderezar esta birria de página web
Cierto que tengo mucho publicado, pero ni por asomo todo es de mi agrado. Le he dedicado demasiado tiempo a otros proyectos y resulta que mi web está en mantillas. Decenas de páginas con casi 20 años, enlaces rotos, cientos de galerías por subir, viajes de los que ni he visto las fotos (Sri Lanka, Etiopía…) etapas de mi vida en sombra total. Al menos, gracias a Antonio Sanz me zambullí en WordPress y vaya si funciona…
Y por supuesto, seguir viajando
El haberme criado al borde de la N-IV, descifrando letreros de los camiones que pasaban, y estudiando matrículas de aquellos turistas europeos que llegaban en los años 60, marcó mi espíritu viajero. En esta página encontrarás mis escapadas en la Memoria de un viajero. Lo que venga de ahora en adelante, ya se verá.

