Estuvimos tres días en Andorra —Mariló y Baltasar, Pilar y yo— durante nuestra ruta por los Pirineos en agosto de 2015. Nosotros ya habíamos estado en los años 80 en este pequeño principado, comprobando que era un paraíso para las compras. En esta ocasión fue una etapa de descanso y poco kilometraje; en cuanto al comercio, Andorra ya no era lo que había sido anteriormente.
Andorra la Vieja, 5 de agosto
Llegamos por la tarde, nos alojamos en el hotel Andorra Center y salimos a dar una vuelta por el centro de la capital. Visitamos la iglesia de San Esteban, de los siglos XII y XII, y restaurada en el XX. Después recorrimos parte del centro, hasta la Nobleza del Tiempo, de Salvador Dalí. Por último, tomamos unas cervezas Franziskaner de grifo y cenamos en un animado restaurante.
Andorra la Vieja, 6 de agosto
Fue un día sin fotos. Nos dedicamos a las compras, en varios centros comerciales y en tiendas, callejeando. No había grandes ofertas ni precios competitivos, pero sí un atractivo surtido de las novedades electrónicas, perfumes y marcas internacionales. También tomamos el sol en el hotel. Y comimos y cenamos, estupendamente. Puro dolce far niente.
Ordino, Meritxell, Andorra la Vieja y San Julián de Loria, 7 de agosto
El último día en el principado, después de dejar el hotel fuimos a Ordino, un pueblo precioso. La iglesia de San Cornelio y San Cebrián tenía unos retablos y tallas muy interesantes. De allí fuimos al nuevo Santuario de Meritxell; un incendio destruyó la antigua capilla y la talla de la patrona de Andorra. Más tarde regresamos a la capital y nos detuvimos en Santa Coloma, otra joya del románico, rica en pinturas murales. Camino de la frontera, paramos en la pequeña iglesia de San Sernín de Nagol. Un chico muy atento nos contó detalles del edificio y el significado de sus pinturas murales. Estábamos en San Julián de Loria y comimos algo rápido en un frankfurt —no todo iba a ser gourmet—. Todavía teníamos que hacer muchos kilómetros por tierras de Lérida.
