La primera vez que fui a Mérida fue en julio de 1978. Aprovechaba las vacaciones para ganar unas pesetas repartiendo publicidad por Extremadura, con mi hermano y un amigo suyo que tenía un Renault 4. Los fines de semana solíamos pasar a Portugal, donde la vida era mucho más barata y pintoresca. Pero una vez nos quedamos en Mérida y del carrete de 12 fotos que llevaba en mi pocket, una la tiramos en el teatro romano.
De paso en 1989
En 1989, camino de Castilla y León, estuvimos Pilar y yo medio día en Mérida, visitando el puente y teatro romanos, el Museo Nacional de Arte Romano, acueducto de San Lázaro y el embalse de Proserpina.
Mérida en 2005
En julio de 2005, de camino al noroeste peninsular, volvimos a parar en Mérida, esta vez pernoctando en el Tryp Medea. Estas son algunas de las fotos de aquella estancia (el reportaje completo en el enlace anterior).
Mérida en 2023
Pasamos los días 5 y 6 de octubre con unos amigos, visitando y disfrutando una vez más la Augusta Emérita, Patrimonio de la Humanidad. Después de un suculento desayuno con productos locales, empezamos recorriendo el anfiteatro y el teatro romano y seguimos por el Museo Nacional de Arte Romano. Más tarde visitamos el templo de Diana y su centro de interpretación, inaugurado en 2018. Nos acercamos después a Tábula Calda, una casa de comidas que nos habían recomendado —con total acierto—. Comida regional, con verduras de huerta propia y productos de proximidad, muy bien preparada y servida.
Después del descanso preceptivo en el apartamento, salimos a pasear, buscando los puentes al atardecer y monumentos iluminados. La cena en Casa Benito no fue nada especial; no pudimos entrar en otras tabernas más valoradas porque estaban a rebosar desde muy temprano.
A la mañana siguiente fuimos a visitar la cripta de la Basílica de Santa Eulalia, patrona de Mérida. Entre aquel laberinto de niveles arqueológicos superpuestos estaba el acceso a la basílica, en un nivel superior. Más tarde buscamos la iglesia de Santa Clara, que fue museo romano antes del edificio de Moneo y albergaba la colección de piezas visigodas. Nos despedimos de Mérida en el acueducto de los Milagros, uno de los cuatro que tuvo la ciudad.
A modo de epílogo: Zafra
A media mañana iniciamos el regreso a casa, y a la hora de comer estábamos cerca de Zafra. Así que aprovechamos para hacer una visita rápida, desde la Plaza Grande en la que aparcamos, hasta el Mesón Taurino, del que había leído buenas reseñas. El dueño del restaurante —un gran aficionado al toreo— nos atendió muy bien, y hasta me hizo vestirme de luces. De vuelta al coche, vimos también el palacio-castillo de los Duques de Feria y la Parroquia de la Candelaria, que por la hora que era, estaba cerrada.