En las vacaciones de Semana Santa de 2007 hicimos una escapada a Vietnam. En mi primer pasaporte, expedido en 1977, ponía que era válido todos los países excepto: Albania, Mongolia, Vietnam y Corea; por eso, este país siempre me atrajo y por fin iba a visitarlo, aunque fuera parcialmente. Para un viaje completo —que incluyera la antigua capital Huế— hubieran hecho falta más días, pero solo teníamos una semana. Hicimos la reserva en Viajes Palmasur. Unos días antes de salir, como no había más viajeros para este circuito, nos ofrecieron hacerlo en privado, por un pequeño suplemento. Volamos desde Madrid a Hanói vía Bangkok con Thai Airways; entonces las azafatas te recibían con orquídeas y te trataban a cuerpo de rey.
Hà Nội, 1 de abril
Hicimos los trámites de inmigración y cambiamos cien dólares, por los que me dieron 1.600.000 dongs. Después nos llevaron al Hotel Nikko Hanoi, puro lujo asiático. Por la tarde salimos a dar un paseo; la primera impresión fue que Hanói era una ciudad triste, apagada. A pesar de ser bulliciosa la gente iba en silencio, cada uno a lo suyo. Muchas motos, cargadas hasta el extremo —incluso vi una con una lavadora— y un caos circulatorio muy bien organizado. Visitamos la Catedral de San José, recorrimos una zona muy comercial y terminamos en el Lago de la Espada Restituida y el Templo de la Montaña de Jade.
Hà Nội, 2 de abril
A las 9 de la mañana ya estábamos en el impresionante Mausoleo de Ho Chi Minh y de ahí pasamos al Palacio Presidencial. Visitamos la Pagoda del Pilar Único y el Templo de la Literatura, dedicado a Confucio. Después salimos de la ciudad para comer en la casa de un militar jubilado, Ngo Ban, que vivió todas las guerras que hubo en Vietnam el siglo pasado. Por la tarde, de vuelta a Hanói entramos al Templo de Quán Thánh y dimos una vuelta en cyclo-pousse. Acabamos la jornada asistiendo a una función de marionetas sobre el agua.
Hạ Long, 3 de abril
Salimos temprano hacia la Bahía de Ha-long, desde 1994 Patrimonio de la Humanidad, que estaba a unos 200 km. Fuimos directos al puerto y embarcamos en un junco de vela y motos, la tripulación, el cocinero, el guía traductor y nosotros dos. El día estaba brumoso y hacía una temperatura agradable. Estuvimos varias horas navegando entre las 3000 islas e islotes de la bahía, algunos de ellos con formas muy sugerentes. Había muchas plataformas pesqueras y barcazas en las que vivía gente —cuando repartía publicidad de joven, me enseñaron que donde había una antena es que vivía alguien—. La comida fue espectacular, aunque el marisco era más vistoso que sabroso. Pilar le compró una concha a un niño que se acercó en un bote.
Desembarcamos dos veces del junco. La primera fue para subir a una lancha rápida y visitar un atolón; la sensación de estar dentro era extraña y el silencio en el interior, impresionante. El segundo desembarco fue para visitar la cueva Sung Sot, de dimensiones considerables. Después volvimos al punto de partida y nos llevaron al cercano Hotel Royal.
Hải Phòng, 4 de abril
De vuelta a Hanoi, paramos un rato en Hai Phong, una ciudad con casi dos millones de habitantes pero con ambiente provinciano. Visitamos la pagoda Du Hang y dimos un paseo. Vimos un vistoso mercado de flores y a mucha gente que ejercía su oficio en la calle, barberos y hasta un otorrino. Continuamos viaje hasta la capital y en el aeropuerto tomamos el vuelo a Ho Chi Minh Citi, Saigón, donde nos alojamos en el lujoso Renaissance Riverside.
Thành phố Hồ Chí Minh (Sài Gòn), 5 de abril
Despertamos en la legendaria Saigón, la ciudad más poblada de Vietnam (14.000.000 hab.) y le echamos un ojo al hotelazo en el que estábamos. Las vistas del río eran impresionantes y la piscina… no pudimos disfrutarla porque el guía nos esperaba para conocer la ciudad. Empezamos yendo al mercado Binh Tay; allí había de todo a precios de risa. Después fuimos al templo Thien Hau, en Cho Lon, el barrio chino de Saigón. También visitamos el Palacio de la Reunificación, hasta 1975 palacio presidencial de Vietnam del Sur, y después el impactante Museo de la Guerra. La siguiente visita fue a Tay Son, una factoría de muebles lacados. Compramos varias tablas y encargamos un chifonier a medida; el precio era bueno, pero cuando nos llegó, se disparó con los gastos de aduana. También pasamos por el edificio de correos, el consulado americano y comimos de lujo en Binhan Village, una plantación de cocoteros.
Por la tarde volvimos al mercado a buscar recuerdos. Me compré un Rolex Mariner por 20€; lo usé 4 o 5 años a diario hasta que se le oxidó la corona. En los centros comerciales convivían prendas supuestamente auténticas con imitaciones descaradas, con enormes diferencias de precios. Aquella noche volvimos a subir a la terraza; Saigón la nuit era una preciosidad.
Delta del Mekong, 6 de abril
Para terminar nuestro viaje, el viernes (santo) hicimos una excursión al delta del Mekong. Por el camino, atravesamos interminables plantaciones de arroz y pudimos comprar más recuerdos. En nuestro barquito navegamos un buen trecho por esta autopista y desembarcamos para ver una fábrica de caramelos de coco —¡deliciosos!—. Dimos un paseo en coche de caballos y caminamos un trecho; pude ver varios enterramientos domésticos, habituales en estas latitudes. Más tarde, circulamos en una canoa por un canal y para terminar la excursión comimos en un restaurante típico. De vuelta a Saigón, salimos un rato por los alrededores del hotel, donde se estaban estableciendo las principales firmas de la moda internacional. ¡Si Ho Chi Minh levantara la cabeza!
Aquella misma noche volamos desde Saigón a Bangkok, donde enlazamos con el vuelo a Madrid.