California es uno de los lugares que deseaba conocer desde niño. La influencia de tantas películas y series rodadas allí, las canciones, la huella que dejaron los misioneros españoles poniendo nombre a las ciudades, el clima agradable… Además, cuando era un chaval, mantuve correspondencia con una anciana de Metrópolis (Illinois) que me mandaba souvenirs de Superman y me encandilaba con postales de Estados Unidos, parques nacionales, grandes ciudades… Siempre había soñado —y aún tengo pendiente— hacer la Ruta 66, así que esta fue una primera toma de contacto.
El día de Navidad de 2007 comenzó nuestro viaje a California, en el que también estuvimos en Las Vegas (Nevada) y el Gran Cañón (Arizona). Volamos de Madrid a Chicago; allí hicimos los trámites de inmigración y descansamos unas horas en el aeropuerto Ohare, que estaba precioso. Después seguimos hasta Los Ángeles, es decir, hicimos los 4000 km de la Ruta 66 de un plumazo. En el camino al hotel apreciamos el tamaño de la ciudad y cruzamos el río en el que se rodaron algunas escenas de Grease. Pasamos el jet lag como pudimos y la mañana siguiente empezamos el circuito (que habíamos reservado en Viajes Palmasur) cuyo primer destino era Las Vegas.
Las Vegas, 26 de diciembre
Muy temprano nos recogieron en el hotel; éramos un grupo pequeño pero muy heterogéneo, formado por hispanoamericanos, filipinos, brasileños, surinameses, una italiana y dos parejas de españoles. El guía era John Francis Barnes, un curtido profesional que, además de excelente persona, explicaba y narraba sin parar, saltando de un idioma al otro con un dominio asombroso. En el Desierto de Mojave infinitos Joshua tree (Yucca brevifolia) rompían la monotonía; enormes distancias, para colmo en millas; en este país todo era mucho más grande. Nada más cruzar la frontera entre California y Nevada estaba Primm, una agregación de casinos para impacientes o ludópatas que no podían aguantarse las ganas. Unas millas más allá (44), Las Vegas. Nos alojamos en el Sahara, un hotelazo en el extremo este del Strip, con 1700 habitaciones y un enorme casino.
Por la tarde estuvimos en el Venetian, un hotel impresionante; su interior era una réplica de la plaza de San Marcos, pero la calefacción revelaba que no estábamos al aire libre… ¡ni en Venecia! De allí fuimos al Caesars Palace, un pelín hortera, y al lago del hotel Bellagio. En pleno desierto, el espectáculo de agua, luces y Celine Dion cantando My Heart Will Go On, estuvo genial. En el interior del hotel (casi 4000 habitaciones) había toda clase de lujos, un jardín estacional con motivos navideños, todo el techo del lobby de cristal de Murano, el suelo de mosaicos y mármol de Carrara… Después pasamos por Graceland, una famosa capilla de bodas que estaba cerrada ? y terminamos la noche en la calle Fremont, una experiencia indescriptible. El techo de la calle (500 metros de largo) estaba recubierto con 12 millones de bombillas, acompañadas por 550000 watios de sonido. No puedo describir lo que sentí bajo aquella bóveda, así que he puesto un corto vídeo que hice.
El Gran Cañón, 27 de diciembre
Antes del amanecer, serían las 6, más o menos, ya estábamos en el aeródromo de Scenic Airlines para ir al Gran Cañón del Colorado. Durante el vuelo a Arizona, el paisaje y sus tonalidades iban cambiando rápidamente. Cuando llegamos, nos pusieron una película en el Imax y después nos asomamos a uno de los miradores. Hacía un frío impresionante y pronto nos metimos en un refugio. Cuando tomamos algo caliente, volvimos al mirador, hice algunas fotos más y regresamos a Las Vegas. En ese vuelo pasamos por encima del skywalk, una atracción para valientes.
Por la tarde…
Aquella tarde nos quedamos en el hotel, descansando y paseando por los alrededores. Estuvimos un buen rato en el casino —en el que estaba terminantemente prohibido hacer fotos— y cenamos en el estupendo bufé del hotel.
Viajando a Oakhurst, 28 de diciembre
Salimos temprano del hotel; a pesar de la hora, había gente en el casino. Tomé las últimas fotos en Las Vegas, al Hard Rock y al New York, New York. Pasamos aquel el día en la carretera, desde Las Vegas hasta Yosemite, había unos 800 Km. Hicimos varias paradas técnicas, la más interesante en Barstow Station, un antiguo nudo de carreteras de la histórica ruta 66, en la que compramos algunos recuerdos. Me pasé el viaje calculando a cuanto estaba la gasolina; por entonces, el euro cambiaba a 1,5 dólares y el galón eran casi 4 litros; concluí que el litro costaba unos 60 céntimos de euro. Era de noche cuando llegamos a Oakhurst, en el área de Yosemite.
Yosemite, 29 de diciembre
Al entrar en el Parque Nacional de Yosemite nos enteramos que las grandes sequoias quedaban a unos pasos, pero la carretera estaba cerrada por la nieve. Compré una postal del Wawona Tree. En 1881 se cavó su túnel y en 1969 colapsó bajo el peso de una acumulación récord de nieve, muriendo 1000 años antes de lo debido. Vimos el Half Dome y paramos bajo El Capitán, un bloque granítico de más de 900 metros de caída vertical. Por último paseamos entre las sequoias, que deben su nombre al jefe indio Sequoyah (1776-1843), inventor de un sistema de escritura cherokee. Por la noche salimos a cenar a Oakhurst, donde lo único a destacar era un centro comercial en el que pude comprar melatonina para una amiga, ya que en España todavía no era legal.
San Francisco, 30 de diciembre
Hacia el mediodía entramos en San Francisco por el puente de la Bahía; dejamos las maletas en el Whitcomb, un hotel estupendo, y fuimos al muelle 39, reconvertido en un espacio de ocio. Desde allí hicimos un pequeño crucero por la bahía. Pasamos junto a la isla de Alcatraz —que ya sólo se visitaba turísticamente— ; allí se rodaron «El hombre de Alcatraz» (1962), «Fuga de Alcatraz» (1979), «La Roca» (1996), etc. No hay palabras para definir el Golden Gate Bridge: 100000 vehículos diarios, 2,7 Km. de largo, 28 m. de anchura, soportado por dos torres de 230 m., pasarela a 80 m. del agua (unos 27 pisos), 19000 litros anuales de pintura color naranja… Más tarde hicimos un recorrido en bus por el ayuntamiento, la pagoda de la Paz, Santa María de la Asunción (obra de Moneo), The Upper Haight (con sus casas victorianas), calle Castro, Twin Peaks (con unas vistas espectaculares) y Lands End, donde fotografié el puente con las últimas luces. Para terminar, dimos un paseo por el centro con los alumbrados navideños.
San Francisco, 31 de diciembre
A primera hora subimos a Lombard Street, la famosa calle zigzagueante. De allí fuimos a Sausalito, al otro lado del Golden Gate. Este pueblo marinero era la primera zona en USA libre de colesterol. Volvimos a San Francisco andando; pasear sobre el puente naranja fue una experiencia inolvidable: no paraba de hacer fotos. Después comimos en el centro y aprovechamos las rebajas de la Levi’s Store. Por la tarde paseamos por Chinatown y cuando cayó la noche fuimos en autobús urbano al Pier 39 para cenar en el Bubba Gump Shrimp Co. Desde allí vimos unos sencillos fuegos artificiales con los que se celebraba el año nuevo.
De viaje a Santa María, 1 de enero de 2008
El día de Año Nuevo salimos hacia el sur. Atravesamos Silicon Valley y el valle de San José, hasta Monterrey. Allí, en la 17-Mile Drive, la tarjeta Compact Flash que usaba en mi Nikon D-70 se averió y perdí las fotos de aquella mañana, menos mal que fueron pocas. Las 3 que he puesto de Monterrey y la del grupo me las dejó Antonella, la italiana. Llegamos a Carmel, comimos y paseamos por la ciudad en la que Clint Eastwood había sido alcalde. La Misión estaba cerrada, así que seguimos camino hasta Santa María, donde nos alojamos. Para la cena nos pusieron unos steaks riquísimos.
Santa Bárbara, 2 de enero
El miércoles salimos hacia Los Angeles, haciendo una parada en Santa Barbara. Visitamos el Palacio de Justicia y dimos un paseo por la playa.
Los Ángeles, 2 de enero
La ciudad fue fundada en el área de Olvera Street el 4 de septiembre de 1781 por un grupo de 44 personas, con el nombre de «El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del Río de Porciúncula». Los Ángeles no es una ciudad, sino como dicen allí, son cientos de comunidades en busca de un centro. Las distancias son de vértigo; la calle más larga del mundo, Sepulveda Boulevard, tiene 69 Km. Llegamos a mediodía a Beverly Hills, un distrito muy exclusivo. Curioseamos en las tiendas de Rodeo Drive, las más célebres y caras del mundo y nos asomamos al Beverly Wilshire, el hotel en el que se rodó Pretty Woman. A media hora de allí en autobús estaba Hollywood; entramos en el teatro chino (Kodak Theatre) donde se entregaban los Oscar y recorrimos un trecho del Paseo de la Fama.
«En esta ciudad sólo caminan los sin techo, las prostitutas y los turistas perdidos. El resto de los 18 millones de personas que pueblan el área metropolitana se desplazan en sus coches. En las autopistas hay carriles rápidos para vehículos que llevan más de una persona, pero esos carriles siempre están vacíos. Los atascos son monumentales». Esto nos contaba John en pleno embotellamiento camino de la Placita de Olvera; allí vimos la Ópera, el nacimiento, el mercadillo, y un «FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO» que me encantó. Después volvimos a nuestro hotel, el Hilton Airport.
Estudios Universal, 3 de enero
Para rematar el viaje habíamos añadido dos días extra al circuito. El jueves, John nos llevó en su deportivo europeo al valle de San Fernando, donde estaban los Estudios Universal. Recorrimos escenarios y sets de rodaje de películas y series, nos movimos también en un trenecillo que nos acercaba a efectos especiales de todo tipo… Comimos como los Picapiedra y nos hicimos muchas fotos. Fue una visita muy interesante a la trastienda del séptimo arte.
Beverly Center, 4 de enero
El día siguiente habíamos pensado alquilar un coche para ir a las playas de Santa Mónica y viajar a San Diego, a unos 200 Km. pero un profunda borrasca estaba entrando y se esperaban fuertes chubascos (me acordé del tema de Albert Hammond «Nunca llueve en el sur de California»). Así que cambiamos de planes y por la mañana fuimos al Beverly Center, un macrocentro comercial. Al llegar vimos un revuelo en el Cedars-Sinaí, y es que estaba recién ingresada Britney Spears. El edificio era una pasada, y las tiendas, puro lujo, aunque también había Macy’s y Bloomingdale’s asequibles. En la tienda de Apple estuve probando el primer iPhone que allí llevaba 6 meses a la venta. No lo compré porque estaban bloqueados por la AT&T y el vendedor me dijo que sería difícil liberarlo en Europa. Así que me traje un iPod Touch para irlo trasteando. Comimos estupendamente en el bar de un chico español y regresamos al hotel bajo un diluvio, que no paró en toda la tarde. Nos acostamos temprano, ya que debíamos estar en la terminal para nuestro vuelo a Chicago a las 3 de la madrugada.