Corea del Norte

Viajar a Corea del Norte siempre fue un sueño para mí, y por fin lo pude realizar. La República Popular Democrática de Corea es un país diferente a todos los demás en muchos aspectos. A la vez, es un destino turístico emergente, aunque su visita resulta un tanto peculiar.  Hay varias agencias que tramitan la documentación y hacen de intermediarias con la KITC (Korea International Travel Company). En mi caso,  seguí varios años las salidas programadas por Viatges Pujol, hasta decidirme por la del 9 de agosto de 2018. Estas son las fotos de cada día y la reseña del viaje.

De aquí a Pekín (6, 7 y 8 de agosto)

Lo primero fue presentar el documento de aceptación de condiciones (entre otras, que no era periodista, que no iba a separarme del grupo, que no haría fotos donde estuviese prohibido y que no podría publicar nada sin su consentimiento).  También envié la solicitud del visado, que en realidad es una autorización de viaje que no se estampa en el pasaporte, y les dije que llevaría mi Fujifilm X-T2 con varios objetivos. En pocos días tuve la invitación para solicitar el visado chino de doble entrada; entonces reservé los vuelos y el hotel.

La entrega del «visado» la haría un agente de la KITC, el 8 de agosto a las 14:00 horas en el vestíbulo del Novotel Beijing Xinqiao. Para llegar a la cita, debía volar el 7 a mediodía, por lo que tuve que salir de casa el lunes 6, haciendo noche en el hotel Mercure de la terminal de Schiphol (Amsterdam). Aunque fueron 10 horas de vuelo, llegué a Pekín sin enterarme. El Airbus 380 (de China Southern) es amplio y confortable, casi no se perciben vibraciones ni ruído estructural. Los trámites de inmigración están automatizados (una vez que una máquina registra tus huellas) y son muy rápidos. A las dos de la tarde, en la entrada del hotel nos vamos encontrando y conociendo los ocho integrantes del grupo. El agente llega puntual, nos entrega los salvoconductos y se marcha. Tengo sueño, mucho sueño, pero es temprano para dormir. Algunos del grupo salen a dar una vuelta y me voy con ellos. Cuando Pilar y yo estuvimos en Pekín en el 97, había menos coches, menos rascacielos y menos ruido que ahora.  La plaza de Tiananmen está muy animada. Esa tarde-noche duermo casi 12 horas, como cuando era un chaval.

9 de agosto. Vuelo a Pionyang

Tengo reservado un transporte al aeropuerto, pero como no se presenta puntual, cojo el metro en la estación que hay cerca del hotel. La facturación es rápida pero en el escáner me hacen abrir la maleta cinco veces, menos mal que siempre la llevo ordenada y todo va empaquetado. Al final lo que llama su atención son unas monodosis de lubricante ocular ¡¡¡se pensarían que llevo ojivas nucleares!!! ?  Para olvidar el susto me tomo una Tiger y en el Tupolev 204 de Air Koryo nos sirven un té y una hamburguesa que me saben a gloria.

Los trámites en el moderno aeropuerto de Pionyang, construido en 2015, son rápidos. Ningún problema con mi iPhone, aunque sí les llama la atención el grip de la X-T2. Allí conocemos a la Sra. Choe, la guía que nos acompañará y cuidará durante el circuito.

Pionyang es una gran ciudad, moderna, limpia y ordenada. Abundan los rótulos de consignas políticas, los carteles patrióticos y en lugares estratégicos, mosaicos y estatuas colosales de los Líderes Supremos: Kim Il-sung y Kim Jong-il. Se pueden hacer fotos a todo, excepto en el aeropuerto, cuarteles y obras; esto tiene una explicación, los militares se encargan de muchas construcciones y del mantenimiento de las carreteras, y con el calor que hace, suelen ir poco arreglados.

Primer contacto con la cocina y la cerveza local -excelentes las dos-. No se puede salir del hotel, pero el Yanggakdo tiene una avenida iluminada por la que hago mis 7 kilómetros de marcha. Es un buen final para el día de mi 60 cumpleaños.

10 de agosto. De Pionyang al Monte Myohyang

Amanece muy temprano. Desde mi ventana en el piso 18 (el hotel tiene 74) la vista del río es espectacular. Después del desayuno, damos un paseo por la plaza Kim Il-sung, donde cientos de voluntarios preparan el desfile del 9 de septiembre (70 aniversario de la fundación de la República Popular Democrática de Corea). Visitamos el Museo de la Guerra, en cuyo interior no pueden hacerse fotos; en un hangar cercano hay restos de material bélico del enemigo y atracado en el río está el USS Pueblo, buque norteamericano capturado en aguas territoriales norcoreanas en 1968.

Después vamos a los Estudios Cinematográficos de la ciudad. Solo recorremos los exteriores, mosaicos murales alusivos y los decorados de ambiente chino y japonés.

Por la tarde viajamos a Myohyang, una montaña reserva de la biosfera. Hacemos una intensa caminata de ascenso por el valle de Sangwonam y regresamos casi oscureciendo al hotel Congchon.

11 de agosto. Del Monte Myohyang a Pionyang

Tras un sueño reparador nos encaminamos al Templo Pohyon, un monasterio en el que se respira tranquilidad. En él se conservan algunas de las más antiguas escrituras budistas, el Tripitaka. Durante la visita tenemos un encuentro con un monje, con el que intercambiamos algunas palabras, traducidas por Choe, y muchas energías.

La Exhibición Internacional de la Amistad está formada por varios edificios próximos, de estilo coreano tradicional, que exponen los miles de regalos recibidos de todos los países del mundo. No se permiten fotos.

Regresamos a la capital y entramos en el Palacio de Estudios del Pueblo, que es una mediateca enorme. Recorremos sus salas de lectura y estudio y nos asomamos a una de sus terrazas. Miles de voluntarios continúan sus ensayos y sus cantos en la Plaza Kim Il-sung; el espectáculo es impresionante.

Nos dirigimos a la Colina Mansu para presentar nuestra ofrenda floral a las estatuas de los Líderes. El flujo de visitantes es constante. Compramos varios ramos de flores para el grupo, caminamos en fila hacia el monumento,  los depositamos en el poyete y volvemos a la fila; entonces todos hacemos una reverencia y retrocedemos para hacer fotos.

En el hotel, después de trotar y llamar a Pilar, subo a las últimas plantas para retratar la ciudad de noche.

12 de agosto. De Pionyang a Nampo

Si hay un momento especialmente emotivo en este viaje es la visita al Palacio del Sol de Kumsusan, el Mausoleo de Kim Il-sung y Kim Jong-il. La ceremonia, que requiere vestimenta formal, se realiza con medidas excepcionales de seguridad; no se puede llevar nada encima (solo billetes de banco). Un larguísimo corredor lleva a los lujosos salones en que descansan los restos embalsamados de los Líderes. Cientos de visitantes deambulan por los pasillos en un silencio absoluto. El ambiente es sobrecogedor. En la penumbra de las salas se van formando filas que se acercan a observar los transparentes sarcófagos  por unos instantes y realizan tres reverencias (a su frente, derecha e izquierda). Después de la visita, que a nadie deja indiferente, paseamos por los jardines exteriores, compartimos emociones y tomamos algunas fotos.

Antes de ir al hotel a cambiarnos, visitamos el Cementerio de los Mártires de la Revolución, en el que reposan cientos de caídos en la Guerra de Corea, y damos un paseo relajado por la calle Ryomyong, al pie de los rascacielos.

Por la tarde hacemos un recorrido en metro, parando en las estaciones de Puhung y Yonggwang, y subimos al Arco del Triunfo.  Después nos ponemos en camino hacia Nampo. Las zonas rurales se ven tan cuidadas como las ciudades; las carreteras, incluso algunos carriles, tienen los arcenes muy limpios y bien señalizados. Muchos campesinos llevan bicis electrificadas. Abunda el cultivo de arroz, del que obtienen dos o tres cosechas por año.  El Hotel Ryonggang Hot Spring era un SPA de lujo, pero se ha quedado algo anticuado. Por los jardines que rodean los bungalows hago las mejores caminatas del viaje, por la tarde y a la mañana siguiente.

13 de agosto. De Nampo a Kaesong

La Gran Barrera del Mar de Corea (o Dique del Mar del Oeste) es una enorme presa, construida por el ejército en 1986 en la desembocadura del Taedong, que impide la salinización del cauce bajo del río que producían las mareas.

Para ir a Kaesong, volvemos a Pionyang y paramos en el Arco de la Reunificación de Corea, construido en 2001,  que simboliza el anhelo de esta parte de Corea (y supongo que también del Sur) por formar un solo estado.

Cerca de Kaesong visitamos la tumba gemela del rey Kongmin, Patrimonio de la Humanidad. Después nos recluimos en el Kaesong Folk Custom, un hotel tradicional en plena rehabilitación (unas habitaciones reformadas y otras no). Le pedimos a Choe un paseo fuera de programa por la ciudad; nos dice que lo haremos por la mañana. La cena tradicional es en una mesa baja, muy baja. Sin embargo, me encanta dormir en un tatami y con paredes de papel.

14 de agosto. De Kaesong a Pionyang

Poco después de las 5:00 estoy trotando calle arriba, calle abajo, dentro del hotel. Después del desayuno salimos a pasear hasta la la antigua puerta de la ciudad, que es Patrimonio de la Humanidad, por unas calles limpias, con gente en bici o caminando hacia su trabajo. El Museo de Koryo, también en la lista de la UNESCO, expone objetos singulares de la historia de Corea. Son muy interesantes los tipos metálicos móviles utilizados para la impresión de textos budistas desde el año 1200, dos siglos antes de que naciera Gutenberg. En la tienda del museo compro té de ginseng, que se produce en la zona;  los establecimientos que visitamos aceptan exclusivamente euros o yuanes chinos.

Panmunjom

En Panmunjom, que está en la zona desmilitarizada a ambos lados del paralelo 38, se llevaron a cabo las negociaciones que pusieron fin a la guerra en 1953. En uno de los barracones se exponen imágenes de la historia reciente, el cruce del paralelo que fue el inicio de la guerra, el día de la firma, los apresamientos de enemigos…

Recibo un SMS; mi móvil se ha conectado a una red surcoreana y aunque son las 5 de la mañana en España, le mando un mensaje a Pilar, con la que no he podido hablar desde hace varios días.

Observo de cerca la línea divisoria, que no es más que un bordillo de cemento de pocos centímetros. A este lado, soldados norcoreanos hacen guardia y se relevan; los del Sur, parece que no quieren fotos y se han ocultado. Me doy perfecta cuenta de que estoy ante la última frontera de la Guerra Fría. Y deseo de corazón que pronto termine esta separación.

Al terminar la visita, nos pregunta Choe si hemos traído cigarrillos para los militares. Le digo que no fumamos, pero que le puedo dar unos caramelos que llevo en la mochila. Le pido que le explique que el tabaco es perjudicial y le doy el paquete. Volvemos a Kaesong para comer en el restaurante Tongil a base de «tapas». De vuelta a Pionyang, veo el primer anuncio comercial: un luminoso de un modelo de Pyeonghwa Motors, el fabricante de automóviles del país.

Terminamos la intensa jornada en el Palacio de los Niños de Mangyongdae. Es un fabuloso edificio donde los niños que destacan en la escuela, completan su formación con actividades extraescolares, en unas instalaciones de ensueño. La chica que nos guía nos hace el saludo escolar «siempre listos». Después volvemos al hotel, caminando el último tramo, sin nada interesante que fotografiar.

15 de agosto (mañana). Pionyang

Subo con la cámara al restaurante panorámico a desayunar, pero el día está brumoso. Hoy se celebra el Día de la Liberación (que fue al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945). Nos dirigimos a la Torre del Ideario Juche, al otro lado del río. Juche es el sistema político del país, una evolución del marxismo sistematizado por el Líder Kim Il-sung. Desde lo alto de la torre se domina toda la ciudad, aunque el día no está claro. Al bajar, un numeroso grupo de mujeres con traje de fiesta celebran el día con bailes tradicionales. También en la plaza del monumento del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, diversas actuaciones amenizan la jornada festiva. Muy cerca de allí, visitamos una exposición de flores Kimilsungia y Kimjongilia.

Para celebrar el día, saco los loncheados y las regañás que siempre van en el fondo de mi maleta. Aunque la comida local es sabrosa, variada y ligera, estos sabores de casa siempre alegran el día.

15 de agosto (tarde). Pionyang

Por la tarde vamos al Circo Nacional, un espectáculo grandioso. Creo que no se podían hacer fotos, pero asombrado por lo que veo, muy discretamente tomo algunas. Nadadoras, equilibristas, acróbatas, y sobre todo, trapecistas, bordan sus números, recibiendo aplausos incesantes. Después entramos en un gran almacén, en el que cambiamos unos euros por moneda local (won). Hay mucho surtido en todos los departamentos, alimentación y bebidas en la planta baja y ropa y calzado en la alta, y los precios son razonables.

Después damos un agradable paseo por la colina Moran. Los coreanos pasan aquí el día de campo; comen y bailan hasta que oscurece. Vemos el monumento a los Soldados del Ejército Rojo y vamos a cenar a una barbacoa de pato. De vuelta al hotel hago la última foto del día a un rascacielos del barrio de las ciencias que me tiene hipnotizado desde que lo vi.

16 de agosto. Pionyang

Después de la marcha deportiva y del desayuno, me asomo a la ventana de la habitación (que he tenido toda la semana) para despedirme de Pionyang y ya con el móvil, tomo las últimas fotos. Ha sido una semana muy intensa, y perfecta, compartida con unos compañeros geniales. Camino al aeropuerto, un último mural parece despedirnos. En nuestro minibús, perfectamente conducido por el Sr. Li, amable y servicial también nos acompaña la Sra. Li, ayudante de guía, que nos reconducía cada vez que nos despistábamos. Y la Sra. Choe, gran profesional que además de cumplir su trabajo, nos ha mostrado la esencia de su país.

That’s all folks

He vivido una experiencia única, seguramente la más intensa de mi tiempo de viajero. Y debía compartirla. Si te han quedado dudas, a mí, también. Solo he estado allí una semana haciendo un circuito establecido. En una ocasión, uno de nosotros le hizo una pregunta comprometida a Li; ella contestó que «deberíamos vivir mucho tiempo en Corea del Norte para conocer la respuesta».  Así que ya puedes ir mirando vuelos… Y esto es todo, amigos.

El siguiente viaje: Alsacia

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