Desde hace años tenía muchas ganas de viajar a Islandia. Esa espera tuvo por fin su recompensa: conseguí la última plaza de un viaje muy especial. Phototravel, que así se llama la empresa de Gonzalo, organiza cada mes una ruta por distintos lugares del planeta, para un grupo reducido de fotógrafos.
Del 5 al 12 de marzo de 2019 recorrimos el Oeste y el Sur de Islandia. Cercano el equinoccio, habría casi 12 horas de noche, sin Luna, y solo dependeríamos de la actividad solar y de las nubes para poder cazar alguna aurora.
Aquí tienes las fotos hechas con la Fujifilm X-T2 y el iPhone SE (para mi Instagram, aunque solo subí ocho). Algunas están tomadas por mis compis de viaje, personas excelentes, con quienes fue un placer compartir esta inolvidable experiencia. También puedes leer una breve reseña y ver algunos vídeos de los momentazos que hemos vivido.
El diario de Islandia
Martes, 5
Después de un buen madrugón en Madrid, llegué al aeropuerto de Keflavik a media mañana. Recogidas las dos furgonetas (éramos en total 16 personas) pusimos rumbo a Grundarfjörður. Allí nos familiarizamos con el fresquito local, con ponernos los crampones para todo y con no sacar los dedos de los guantes más que para hacer las fotos imprescindibles.
La montaña Kirkjufell, las cascadas y el pueblecito eran un espectáculo, cambiando constantemente la iluminación. Ya lo dice un proverbio islandés: “Si no te gusta el tiempo que hace, espera cinco minutos“.
Miércoles, 6
Temprano volvimos al lago al amanecer, y después seguimos hasta la cascada Öxarárfoss. En este parque de Þingvellir, que es Patrimonio de la Humanidad, se ven claramente las pruebas de la deriva continental. Cerca está Gullfoss, un conjunto de fallas y cascadas indescriptible. Con la ventisca, se mojaban los objetivos, y con el frío, se agotaban las baterías… pero allí seguíamos luchando contra los elementos…
Más tarde nos acercamos a Geysir, y disfrutamos viendo varias erupciones del Strokkur. Cada cinco o diez minutos, del agua hirviente de la poza emergía una burbuja que proyectaba un chorro de agua y vapor a más de 20 metros de altura. Al llegar al hotel de Flúðir las aplicaciones decían que podíamos ver alguna aurora. Desde la puerta de nuestro bungaló, Santiago (excelente y genial compañero de habitación) y yo salimos y tomamos varias fotos.
Jueves, 7
Empezamos la ruta fotográfica en las cascadas de Seljalandsfoss. Aunque era posible pasar por detrás del agua y subir a sitios con mejores vistas, me limité a disfrutar del paisaje nevado, paseando por las placas de hielo sin caerme. Al mediodía estábamos en Skógafoss, una de las cascadas más impresionantes de Islandia que además se veía desde la ventana de nuestra habitación. Después de recorrerla, mojarme y trepar por la montaña, decidí volverme al hotel para tomarme un sopicaldo y descansar para la caminata de la tarde que fue hasta el avión abandonado en la playa de Sólheimasandur.
Después de 3 o 4 km por una pista sin dificultad, en la negra arena descansan los restos del fuselaje de un viejo C-117 estadounidense. La iluminación del atardecer fue especialmente hermosa y nos permitió tomar decenas de fotos. Esa noche se esperaban auroras boreales. Sobre las 11, con un frío extremo, Santiago y yo fuimos a la cascada con nuestros frontales y equipos. Unos chicos alemanes iluminaban la montaña con sus linternas al ritmo que marcaba mi compañero… hasta que atrapamos esa pequeña «aurorita» que publiqué.
Viernes, 8
Empezamos yendo a los acantilados de Dyrhólaey y la playa de Reynisdrangar, donde literalmente el viento te llevaba. El tiempo estaba empeorando por momentos. Al llegar al hotel de Klaustur dimos un paseo por un bosque cercano, pero yo me volví pronto para ir a la piscina. La sensación de estar en bañador bajo 0º y entrar en agua a veintitantos es única. Luego descubrí otra bañera que humeaba con agua de 38 a 40 grados; me quedé en ella hasta arrugarme. No se podían hacer fotos, aunque alguna se me disparó 😉
Sábado, 9
Seguimos rumbo al este, con parada en la montaña Lomagnupur, hasta la Cascada Negra Svartifoss. Después descubrimos el glaciar Svínafellsjökull, espectacular, con una preciosa luz cambiante. La sorpresa nos la dieron Laura y su novio, una pareja de españoles que desafiando el frío, se hacían fotos de boda al borde del glaciar.
Paramos para el picnic en la iglesia de Hofskirkja y llegamos al lago glaciar Jökulsárlón donde descansaban algunos leones marinos entre los témpanos que derivaban por la marea. En la cercana Playa de los Diamantes, el hielo jugaba con las olas sobre la arena volcánica… ¡todo un espectáculo!
Domingo, 10
Fue un día de relax en Höfn, forzado por el temporal que teníamos encima. En Islandia siempre hay que tener un plan «B», pero cuando el clima es adverso, de poco sirve. Cambiamos de un hotel aceptable a otro estupendo y paseamos por la ciudad y el puerto. En el grupo de Whatsapp avisan que había oferta de bacalao en el restaurante Pakkhus y allá que fui. No tengo palabras; tampoco para la cerveza que me recomendó Unai (que no sé si este chico es mejor como persona, conductor, guía, fotógrafo, gourmet, ¡o las cinco cosas a la vez!).
Después, un paseo por el puerto, el colegio… y a por la emoción fuerte del día: las montañas Stokksnes. Aquí alucinamos con el contraste entre la arena y el hielo, y el espectáculo de las dunas… Gonzalo se puso a jugar con su dron y al rato empezó una granizada como nunca había visto: granitos de hielo se me clavaban como perdigones.
Volví al hotel hecho una sopa. Esa noche celebramos el cumple de Ana, una de las chicas del grupo, con loncheados y otras delicatessen de los fondos de maleta y del súper Nettó que teníamos a un paso del hotel.
Lunes, 11
Nuestro objetivo del día fue regresar a las proximidades del aeropuerto, a unos 500 km, lo antes posible. Las carreteras por las que transitábamos eran cerradas a nuestro paso. Si no queríamos quedar atrapados en la isla era preciso dejar las visitas previstas (además de que el temporal las hubiera hecho imposibles). Llegamos temprano a Selfoss. Después de una buena siesta salimos a cenar al Kaffi Krús. Allí, con una hamburguesa y una exquisita cerveza tostada, comentamos los buenos momentos que habíamos vivido.
Martes, 12
Llegamos temprano al aeropuerto. Nos tomamos unos cafés, apurando las galletas que quedaban en la mochila. Después de un ratito de shopping, para comprarle un recuerdo de Islandia a mis chicas, hicimos la foto del grupo y embarcamos de vuelta a Madrid. Por cierto, en el duty-free pagué en euros para conseguir de cambio algunas coronas, ya que desde el primer día TODO lo había pagado con tarjeta.
Mi agradecimiento y felicitación a los organizadores y al grupo; en todo momento fuimos una piña y colaboramos al éxito de la experiencia. Ojalá que volvamos a vernos en una de estas… Y bravo por Norwegian, una aerolínea muy recomendable.