En la primavera de 2010 debía haber viajado a Bulgaria, junto a otros directores de Córdoba, para una intervisitation del Forum Europeo de Administradores de la Educación, organización a la que pertenecía. Lamentablemente, la delegación de Educación no nos concedió permiso para ir. Con todo el trabajo realizado, sentía mucha curiosidad por ese país de reciente ingreso en la UE, así que en agosto, Pilar y yo hicimos las maletas y recorrimos parte de Bulgaria con una excelente guía-traductora (Maya Papazova) y un estupendo conductor (Asen Cvetanov).
Volamos el jueves 12 de agosto a Sofía y nos alojamos en el Dedeman Princess. La primera cena fue muy sabrosa y animada, en el Hadjidraganov’s Houses, cercano al hotel.
Viernes,13 de agosto
En el primer paseo que dimos por Sofía descubrí que estaba prohibido hacer fotos en las iglesias. Visitamos la Catedral de Santa Nedelya, donde se perpetró un atentado en 1925, que provocó la muerte de 128 personas, entre ellas numerosos políticos y oficiales del ejército. Seguimos a la iglesia redonda de San Jorge, del siglo IV, la más antigua de Sofía. A continuación entramos al Museo Arqueológico, ubicado en una antigua mezquita otomana. Las principales piezas eran: la máscara funeraria de Shipka (7), el casco macedonio (6) y el busto funerario de Seuth III (5). Ahí tampoco pude hacer fotos, ya que en toda la visita estuvimos acompañados por un señor con un enorme revólver en la cintura; no digo más.
Pateamos los adoquines amarillos del centro de la ciudad, entramos en San Nicolás el Milagroso (la iglesia rusa) y en Santa Sofía, que estaba junto al Monumento al Soldado Desconocido. La catedral de Alexander Nevski, fue construida entre el 1892 y el 1912 en memoria de los miles de soldados rusos que murieron luchando por la independencia de Bulgaria contra los turcos. También vimos el monumento al zar Alejandro II y después comimos en el Pri Kmeta. Por la tarde fuimos a la Iglesia de Boyana, Patrimonio de la Humanidad, célebre por sus frescos: ochenta y nueve escenas con doscientas cuarenta figuras humanas entre las que destacaba el retrato de Kaloyan y su esposa Desislava.
El Museo Nacional de Historia se creó en el año 1.981 coincidiendo con la celebración de los 1.300 años del Estado Búlgaro. Su posesión mas importante era el Tesoro de Panagyurshiste, uno de los más célebres servicios de mesa de la antigüedad, formado por ocho ritones, con unos seis kilogramos de oro puro.
De vuelta a Sofía, paseamos por los alrededores del hotel, cenamos en un restaurant con ruinas que abrieron para nosotros, y antes de dormir, entramos en el casino del hotel a echar un ojo.
Sábado, 14 de agosto
A 110 km al este de Sofía, visitamos Koprivshtitsa, un pueblo típico que conservaba el ambiente del Renacimiento Nacional Búlgaro (siglo XIX). Contaba con más de 300 casas de la época, la mayoría restauradas a su apariencia original. Al visitarlas descubrimos tesoros etnográficos, armas antiguas, tejidos y bordados, trajes típicos, joyería… Fue aquí donde se desarrollo la primera rebelión contra la ocupación otomana en el año 1876.
Dimcho Debelianov, uno de los grandes poetas del simbolismo búlgaro nació allí. Sus versos, de cuidada musicalidad, fueron escritos con un profundo sentimiento. Vimos la escultura que representaba a su madre, esperando al hijo que nunca volvió con vida de la Gran Guerra. Este es uno de sus poemas:
La ciudad duerme
La ciudad duerme en silenciosas sombras. De la infiel noche, hijo fiel, camino solo y sin hogar mientras la lluvia cae, cae, cae.
Vacilantes, junto a negros muros, los pasos cadenciosamente suenan y tras de mí marchan invisibles las penas de los días pasados.
El rostro de la querida niña una vez mi umbral iluminó; en los recuerdos surge bella y pura y la tristeza crece, crece, crece.
Ella vino con naciente ardor y sonrisa apasionada en los labios pero yo, sediento de belleza eterna rechacé su fugaz entrega.
El pasado, ay, permanece, región sombría de helados seres y desde allí me envía ella un triste grito ¿por qué, por qué?
La ciudad duerme en silenciosas sombras. De la infiel noche, hijo fiel, camino solo y sin hogar mientras la lluvia cae, cae, cae.
Después de comer en Chuchura, llegamos al paso de Shipka, el lugar donde se desarrollaron las operaciones militares durante la Guerra Ruso-Turca de Liberación (1877–1878). El Monumento a la Libertad, construido con las donaciones del pueblo búlgaro, fue inaugurado en el año 1933.
Por la tarde llegamos a la antigua capital de Bulgaria, Veliko Tarnovo. Allí se celebraron los encuentros a los que no pude asistir; allí nos esperaba —por fin— el fantástico Hotel Panorama y un impresionante espectáculo de luz y sonido al que asistimos la primera noche.
Domingo, 15 de agosto
Muy temprano subimos a Tsarevest, la fortaleza que habíamos visto en el espectáculo. Sobre los restos de una construcción bizantina se inició en el siglo XII su construcción por parte de los búlgaros. Tras el establecimiento del Segundo Imperio Búlgaro con su capital en Veliko Tarnovo, se convirtió en la más importante de Bulgaria, a menudo comparada en magnificencia con Roma y Constantinopla. En 1393, la fortaleza fue sitiada por las fuerzas otomanas durante tres meses antes de ser finalmente vencida y quemada el 17 de julio, hecho que marcó la caída del Imperio Búlgaro.
A continuación fuimos a Arbanasi, a 10 km de Veliko Tarnovo. Entre las iglesias de este pueblo, destacaba la de la Natividad, del siglo XVII, sin campanario para no ofender a los ocupantes otomanos. Su interior estaba completamente decorado con frescos del s XVII y era Patrimonio de la Humanidad. La rueda de la vida, era un recorrido gráfico muy didáctico sobre las edades del hombre. Después entramos en el Monasterio de San Nicolás. Era el día de la Virgen y se celebraban muchos bautizos; tal vez por eso, y por un buen donativo que le di a una sacristana, me dejaron hacer algunas fotos. Por último, entramos en la de la casa de los Konstanzaliev. y comimos estupendamente en el Luliaka.
De vuelta a Veliko Tarnovo, en el barrio de Asenova, visitamos la Iglesia de los Cuarenta Mártires, construida por orden del zar búlgaro Iván Asen II. En 1972 se descubrió ahí el enterramiento de un hombre vestido de 1.90 metros de altura. En la tumba se encontró un gran anillo de oro (61 gramos) con una imagen heráldica y la inscripción «Prasten Kaloyanov» (Anillo de Kaloyan). Su reinado fue un período de crecimiento y ascensión política del Imperio Búlgaro.
Dedicamos el resto de la tarde a pasear por las callejuelas, rebuscando en los anticuarios chapas para mi colección. Me encantó una azul que decía «Se debe cuidar la limpieza», pero fue la amarilla «Precaución, corriente inversa» la que al final compré. Al anochecer, la cena en la terracita del hotel fue lo mejor del día.
Lunes, 16 de agosto
Cerca de Gabrovo, una ciudad muy industriosa cuyos habitantes tienen fama de tacaños, estaba el Complejo Etnográfico de Etara. Su construcción fue idea de un maestro que veía cómo desaparecían los oficios tradicionales; fue inaugurado en 1964.
Después, camino de Shipka, cruzamos los Balcanes e hicimos una parada junto al monte Buzludja. Aquí se construyó un mastodóntico monumento, como tributo al movimiento obrero búlgaro, que estaba abandonado a su suerte.
El Paso de Shipka fue escenario de cuatro batallas durante la Guerra Ruso-Turca (1877–1878) que terminó con el dominio turco en los Balcanes. Cercano al desfiladero, en el pueblo de Shipka había una iglesia ortodoxa rusa, construida para conmemorar el valor búlgaro durante la defensa del paso.
Ya estábamos en el Valle de las Rosas, también llamado Valle de los Reyes Tracios, y proliferaban montículos artificiales que escondían y protegían los túmulos tracios. Golyamata Kosmatka, la tumba de Seutes III, era uno de los más grandes. Cerca de allí comimos en Kransko Hanche, un lugar muy pintoresco. Los precios, como en toda Bulgaria, muy asequibles: Un café con leche, una cerveza Zagorka de tercio y una Kamenitza de medio, 2’15 euros. Después visitamos el túmulo de Kazanlak, uno de los más importantes monumentos de la extraordinaria cultura tracia que floreció en estas tierras. Fue descubierto en 1944 y era Patrimonio de la Humanidad. Entrar el túmulo «por dos minutos» costaba carísimo y era imposible hacer fotos, así que visitamos una réplica cercana, ¡qué remedio!
Terminamos el día visitando una tienda de productos derivados de las rosas, con sucursal en España. Llegamos a Plovdiv al atardecer, alojándonos y cenando en el Hotel Leipzig, muy colorido.
Martes, 17 de agosto
Plovdiv quizás sea la ciudad más hermosa de Bulgaria. Ubicada en las orillas del río Maritza, era segunda ciudad en importancia del país, con una población de 380.000 habitantes. La mejor manera de descubrirla era caminando por sus estrechas calles adoquinadas que escondían casas del más puro estilo ‘barroco balcánico’. Una de las construcciones más hermosas era la casa del Museo Etnográfico, construida en el año de 1847.
En el recorrido encontramos a Uri Gadjev, un profesor de dibujo jubilado, que nos vendió una de sus creaciones. También entramos en la casa de Hindlyan, un rico comerciante armenio que hizo decorar cada estancia con imágenes, no muy exactas, de los lugares a los que había viajado. Su cuidadora, apasionada por su trabajo, nos acompañó hasta el último rincón. Me permitió hacer fotos, a pesar de estar prohibidísimo, convencida —como yo— de que cuantas más imágenes circulen por el mundo de algo, ese algo será más conocido y deseado.
Completamos la mañana en la Iglesia de los Santos Constantino y Elena, la más antigua de la ciudad, que tenía unos frescos impresionantes. También fuimos al teatro romano, descubierto en 1972, que conservaba perfectamente 14 de sus 28 gradas. Y en la Mezquita Djumaya (la Mezquita del Viernes) se había vivido hacía cuatro días una trifulca entre dos facciones islámicas; el edificio estaba rodeado por varios furgones policiales. A pesar de ello, nos permitieron entrar a hacer fotos y hasta nos encendieron las luces.
Después de comer en A la Frangite, fuimos al monasterio de Bachkovo, que estaba a cierta distancia. Nada más entrar en el recinto, un segurata me indicó por señas que guardara la cámara. De vuelta a Plovdiv dimos unas vuelta por el centro. Aquella noche nuestros amigos nos sorprendieron llevándonos a un restaurante con espectáculo.
Miércoles, 18 de agosto
De camino a Rila paramos en Borovets, una importante estación de esquí.
El Monasterio de Rila (Patrimonio de la Humanidad) fue fundado en el siglo X por San Juan de Rila, un cortesano búlgaro —después ermitaño— canonizado por la Iglesia Ortodoxa. Iván Rilski se retiró a estas montañas en la parte occidental de Bulgaria, a unos 120 kilómetros de Sofía. Allí vivió santamente en el hueco de un árbol tallado en forma de ataúd. Pronto se extendió su fama de santidad y acudieron en su compañía otras personas que querían seguir su ejemplo. Al final de su vida fundó el monasterio para albergar a todos estos monjes ermitaños. Después de la visita, en la que pude hacer fotos de los exteriores, comimos en el Gorski Kat, en un entorno excepcional.
De regreso a Sofía, dimos un paseo por algunos mercados, pasamos cerca de la Sinagoga —me riñeron por hacer la foto— y acabamos en un centro comercial; Bulgaria resultó ser uno de los países más baratos que habíamos visitado.
Jueves, 19 de agosto
La última mañana en Sofía la dedicamos a pasear por los alrededores del hotel y hacer las últimas compras. Comimos unas empanadas exquisitas en un puesto callejero y recogimos el equipaje. Maya y Asen nos llevaron al aeropuerto y por la tarde volamos a Madrid.