Pocos fueron mis paseos por Córdoba en 2023. Si hay que buscar razones, estuve muy ocupado con otros menesteres. Córdoba estaba siempre abarrotada —recuperando el turismo masivo— y sobre todo, no encontraba ningún proyecto que me atrajera lo suficiente. Empecé el año tirando un carrete (que revelé muchos meses después) y haciendo fotos con el móvil en mis caminatas.
En febrero participé en una salida con el colectivo ENFOCO al zoo. No soy muy partidario de estos recintos, pero aproveché la mañana para charlar y observar. Y lo hice con más tranquilidad que cuando acompañaba excursiones de mi colegio.
A mediados de marzo finalizaba la exposición «Cambio de era» y no quise perderme las piezas expuestas en las tres sedes: la Mezquita-Catedral, la sala VIMCORSA y el C3A.
También en marzo participé en el Rally del Distrito Norte, por el que recorrí algunos lugares por los que nunca había paseado. En abril visité la exposición de Manuel Castillero «La canción de la tierra». Más tarde en mayo, además de viajar a Caen de Erasmus, compartí con Gonzalo Azumendi una ponencia en la Bienal y una escapada con él por el casco histórico.
Los días 21 y 22 de junio estuvo en Córdoba mi amigo Denis, al que había conocido en Normandía. Junto a unas compañeras de la Escuela Oficial de Idiomas, le hicimos de guía durante su corta estancia.
En agosto hice mi primera Vía Láctea, en el Calatraveño, y asistí al homenaje a Manolete en el cementerio de la Salud.
Después de las ventoleras de octubre, hice fotos de otra exposición de Castillero y en diciembre, en una salida en grupo, guiada por Stephanus Meyer y Carlos Córdoba.