Viajamos por Irán en la Semana Santa de 2013, que aquel año coincidió con el Nouruz, el año nuevo persa. Por todas partes encontramos un ambiente festivo y gran afluencia de turistas locales, que se mostraban simpáticos y comunicativos. Volamos con Turkish desde Málaga, acompañados como otras veces por Mariló y Baltasar, nuestros amigos sevillanos.
Todo transcurría con normalidad en el vuelo TK 874. Cuando el comandante anunció rutinariamente que íbamos a tomar tierra en Teherán, en cuestión de minutos, en la penumbra de la cabina, todas las mujeres a bordo, que vestían mallas y vaqueros ajustados, se forraron con gabardinas y cubrieron con pañuelos. El avión ya rodaba lentamente hacia la terminal… En el aeropuerto nos esperaba Jalal, un guía y traductor excepcional, que nos acompañó al Hotel Enghelab (Revolución).
De Teherán a Shiraz, 23 de marzo
Teherán – تهران
Después de unas horas de descanso, amanecimos en la capital de Irán con una luz muy especial y los montes Elburz todavía nevados. Dejamos el hotel y salimos para el aeropuerto; por el camino, paramos en La Torre de la Libertad o Torre Azadi. Después, volamos a Shiraz, en la provincia de Fars, 900 kilómetros al sur.
Shiraz – شیراز
Empezamos visitando La Puerta del Corán, antiguo acceso a la ciudad. Después de comer fuimos al Jardín de Eram, un remanso de paz en la ciudad. Este y otros jardines persas estaban inscritos desde 2011 en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Seguimos el recorrido por la ciudadela de Karim Khan y la Mezquita Vakil, junto al bazar del mismo nombre. Cuando llegamos al hotel nos llevamos la sorpresa de que estaba completo y nuestra reserva se había traspapelado. Con toda rapidez, localizaron un piso cercano muy bien equipado en el que cenamos y nos alojamos.
De Shiraz a Jazd, 24 de marzo
Shiraz – شیراز
Antes de salir para Persépolis, Jalal nos llevó a ver uno de los tesoros mejor guardados de Shiraz, la mezquita de Nasir al-Molk. Simplemente, preciosa. Además, toda para nosotros…
Persépolis – تخت جمشید
En la semana de vacaciones por su año nuevo, muchos iraníes se habían lanzado a descubrir la riqueza cultural de su país. No había palabras para definir el esplendor de la que fuera capital de los aqueménidas…
Naqsh-e Rostam – نقش رستم
A unos kilómetros de Persépolis, visitamos Naqsh-e Rostam, una pared rocosa con cuatro tumbas reales que podían ser las de Darío I, Jerjes I, Artajerjes I y Darío II. Allí cerca comimos; la comida iraní era muy sabrosa, aunque no demasiado variada. El alcohol estaba prohibido.
Pasargada – پاسارگاد
En Pasargada visitamos otro monumento Patrimonio de la Humanidad, la tumba de Ciro II el Grande —fundador del imperio aqueménida— que había resistido el paso de los siglos. Saludamos a unos vendedores de almendras verdes; los iraníes eran muy amables con los pocos turistas que llegábamos, y siempre decían algunas palabras en el poco inglés que hablaban. Después, En la ciudad de Abarkuh vimos el árbol más longevo de Asia: un ciprés con 4.000 años, según nos explicó el guarda. Después de más de 6 horas de carretera, ya era de noche cuando llegamos al Hotel Safaiyeh, en Jazd.
De Jazd a Isfahán, 25 de marzo
Jazd – یزد
Yazd, en el centro de Irán, era una ciudad conocida por sus torres de ventilación, y también porque ahí pervivía el zoroastrismo. Antes de que hiciera calor subimos a las «torres de silencio«, en las afueras de la ciudad. Allí se depositaban los cadáveres, que eran devorados por buitres. Después fuimos al Templo del Fuego, donde se mantenía encendida una llama desde el año 470 d.C. y dimos una vuelta por Amir Chaghmagh, una pequeña mezquita con dos estilizados minaretes y un bazar. También entramos en la Mezquita del Viernes; allí las chicas tenían que taparse un poco más todavía…
Vimos que las puertas de las casas tenían dos llamadores, uno con sonido más recio, para uso de los hombres; otro de sonido más sutil, para las mujeres. La señora de la casa debía saber de qué sexo era quién llamaba a la puerta, para estar vestida de acuerdo con la ley. Entramos en una de esas casas, Khan-e Lari, pero solo en un par de habitaciones y no se podían hacer fotos; dentro había también varios puestos de artesanía.
Comimos en el restaurante tradicional Abul Maali, que parecía un hammam; la comida estaba buena, pero yo no sabía donde meter mis piernas.
Nain – نائين
Por la tarde seguimos atravesando el desierto de Kavir rumbo a Isfahán, y paramos en Nain para visitar su mezquita del viernes, del s. X.
Isfahán – اصفهان
Llegamos ya de noche y la primera vista desde la habitación del hotel Kowsar era espectacular. Salimos a ubicarnos; cruzamos el puente de los 33 arcos y cenamos lo de siempre: cordero y pollo a la brasa, verduras asadas y arroz. El pan era adictivo, y las Kaliber 0.0, al menos estaban fresquitas.
Isfahán, 26 de marzo (mañana)
Al amanecer nos encontramos seco el lecho del río Zayandeh. Al parecer, debido a un desvío, solo llevaba agua en contadas ocasiones. Después de desayunar fuimos hacia Naqsh-e Yahán, la Plaza Real, Patrimonio de la Humanidad. Antes de entrar en la plaza visitamos el establecimiento de Hossein Fallahi, célebre miniaturista que estaba impartiendo cursos en Estados Unidos. Nos atendió su encantadora hija. Buscaba una miniatura sobre hueso del juego de polo en la plaza de Isfahán, y la encontré.
Más tarde entramos al palacio de Ali Qapu, con cinco plantas, cuya decoración era finísima, y después, a la mezquita del Imam Jomeini. Descansamos un rato en un taller de estampado artesanal de telas y visitamos por fin a la Mezquita del jeque Lotf Allah, tan recargada como hermosa.
Isfahán, 26 de marzo (tarde)
Comimos en Bastani, en el mismo bazar, y pasamos la sobremesa con otro Hossein, buen amigo de Jalal. En Nomad, su comercio de alfombras, y con su familia, convivió Ana María Briongos, que describió sus experiencias en el libro «La cueva de Ali Baba». Entre sorbos de té, nos mostró lo mejor de su tienda y nos contó mil detalles de sus viajes a España, donde tenía varias sucursales. También nos refirió los apuros de los españoles en Irán, a los que solía prestar dinero, ya que las tarjetas de crédito aquí tenían poquísima utilidad. Le compramos el tapiz de Darío y una alfombra preciosa, que le pagamos de regreso a España.
Descansamos en el hotel, disfrutando del atardecer, y dimos un largo paseo por el río. Terminamos la jornada tomando sopitas y té en el hotel Abbasi, lujoso y exclusivo, y comprando seda.
Isfahán, 27 de marzo
Empezamos las visitas del día en el palacio Chehel Sotún, las cuarenta columnas, construido en el s. XVII y que formaba parte de los jardines persas Patrimonio de la Humanidad. En los jardines había una yurta en la que vendían artesanía. Después entramos en la mezquita del Viernes, Patrimonio de la Humanidad desde 2012. Los chiíes usaban pastillas de arcilla de alguna ciudad sagrada para tocar con la frente en los rezos. Después fuimos al barrio armenio de Jolfa para visitar la catedral de San Salvador y un pequeño museo con obras de arte del mundo armenio.
Comimos y descansamos un rato en el hotel. Al atardecer volvimos a la plaza de Naghsh-i Jahan que estaba muy ambientada. Volvimos a las tiendas del zoco y hablando con un comerciante del poco espacio que nos quedaba en las maletas, nos dijo que podíamos comprar esas piezas ¡¡¡ en Córdoba !!! donde tenía una tienda.
De Isfahán a Teherán, 28 de marzo
Subiendo a la furgoneta que nos llevaría a la capital, me fijé en el lateral del hotel, que no había visto: «La obediencia a Khamenei es obediencia al imán (Jomeini)». En la carretera, también había carteles por el estilo.
Kashan – کاشان
Doscientos kilómetros al norte nos esperaba Kashan y sus casas señoriales. Visitamos la casa Tabatabaei, un modelo de residencia de familia acomodada de fines del s. XIX.
Los iraníes siempre nos mostraron su simpatía y era muy frecuente que quisieran intercambiar algunas palabras en inglés con nosotros; nos preguntaban que de dónde veníamos, que si nos gustaba su país, que cuántos días duraba nuestro viaje… Tuve la sensación de que querían descubrir cómo éramos las personas de fuera, a la vez que mejorar la imagen que suponían teníamos de ellos. En las distancias cortas surgen amistades y afectos que unen a los pueblos. Después de conversar unos minutos, nos hicimos una foto con Jamal y su familia que hacían turismo como nosotros.
A continuación entramos en un parque Patrimonio de la Humanidad, el Jardín de Fin. Y seguimos, otros doscientos y pico kilómetros, hasta llegar a Teherán, a nuestro conocido Enghelab. Dimos una vuelta para estirar las piernas y cenamos en el restaurante panorámico del hotel.
Teherán, 29 de marzo
Empezamos el viernes (santo) visitando en el complejo de Saadabad el edificio en el que vivió el Sha Mohammad Reza Pahlevi hasta la revolución de 1979. Después fuimos al Museo de Alfombras, otra maravilla. Y como colofón de nuestro viaje a Persia, visitamos el Museo del Irán Antiguo, en el que se exponían piezas singulares del paleolítico, neolítico, bronce y hierro, además de aqueménidas, seleúcidas, partos y sasánidas. Una sinfonía de Historia Antigua, un conjunto insuperable, bien conservado y expuesto. Me sorprendió el hombre de sal, cuya historia desconocía. Después volvimos al hotel para comer y descansar.
En nuestra última tarde, Jalal y su encantadora esposa, Baran, nos invitaron a su piso. En la velada conocimos muchos aspectos de la vida diaria en Irán, a la vez que probamos algunas delicias que no nos habían ofrecido en los establecimientos turísticos.
Vuelta a casa, 30 de marzo
Omnipresente toda la semana, un ayatolá nos despidió al embarcar hacia Estambul. Del vuelo de regreso, solo recuerdo que al abandonar el espacio aéreo iraní, el capitán anunció que iban a pasar las azafatas con los carritos provistos de toda clase de bebidas. Era la primera vez en mi vida que me tomaba una cerveza a las 10 de la mañana.