Aunque ya habíamos estado en 1988, volvimos a Italia en 2005, otra vez en las vacaciones de Navidad. Fue un circuito parecido, aunque esta vez la ida hasta Venecia y la vuelta desde Roma fueron en avión. El clima esta vez tampoco nos acompañó: llovió y nevó, excepto el primer día, en Venecia, e hizo mucho frío toda la semana. Volamos desde Madrid a Venecia el domingo 25 y al llegar nos llevaron a un hotel en la zona de Mestre.
Venecia, 26 de diciembre de 2005
Amaneció un día precioso y la llegada a Venecia en vaporetto con las primeras luces fue espectacular. La ciudad parecía un gran decorado en el que desembarcamos una nube de turistas. Toda la jornada estuvimos de acá para allá, la Plaza y la Basílica de San Marcos, un taller de vidrio, un paseo en góndola, el Puente de Rialto… El tiempo pasó rápido; a las 5 era casi de noche, y la hora de volver al vaporetto y al hotel.
Padua, Pisa y Florencia, 27 de diciembre
Salimos temprano para Padua; allí paramos para visitar la Basílica del Santo, en la que no se podían hacer fotos. Sí se podían dejar velas y mensajes a San Antonio. Como en el primer viaje, admiré a un viejo amigo de cuando estudiaba magisterio: el condottiero Gattamelata de Donatello.
Seguimos viaje hasta Pisa y su Plaza de los Milagros. Visitamos el baptisterio que estaba fuera de la catedral, porque en los templos solo podían entrar los bautizados. Después entramos en la catedral y por último saqué una entrada para volver a subir a la torre, que había estado cerrada de 1990 a 2001. Solo llegué hasta la mitad, porque era la hora de volver al bus, pero ver las cubiertas de la catedral lo merecía. Por cierto, las torres se construían exentas porque eran frecuentes los derrumbes.
Ya de noche llegamos a Florencia y nos alojamos en el hotel Croce di Malta, al lado de Santa María Novella. Florencia era el Ponte Vecchio sobre el Arno y tantas cosas más… Decían que era la ciudad del mundo con más obras de arte por metro cuadrado, y creo que se quedaban cortos. Después de cenar, paseamos por la plaza de la Signoria, dimos las buenas noches a la copia del David de Miguel Ángel y nos retiramos a descansar. ¡Hacía un frío indescriptible!
Florencia, 28 de diciembre
Comenzamos nuestra visita por el Palacio Strozzi, el Mercado de la Paja, hasta el busto de Cellini, en el Ponte Vecchio, donde los enamorados dejaban candados. En el puente, lo que fueran sucias carnicerías que arrojaban sus despojos al Arno, eran lujosas joyerías. La Catedral de Santa María de las Flores era una joya que comenzó Arnolfo de Cambio en 1296. La cúpula construida por Brunelleschi, supuso una innovación arquitectónica sin igual. Era desde su construcción la obra de ladrillo más grande del mundo. En el Baptisterio de San Juan, estaba la puerta del Paraíso, en la que Ghiberti invirtió 25 años.
En San Lorenzo visitamos la Capilla de los Médici, donde estaban prohibidas las fotos. Después volvimos a Santa María Novella y a la Loggia dei Lanzi, en la plaza de la Signoria, un pequeño museo al aire libre. A las 15:00 tenía reservadas entradas para los Uffizi; menos mal, porque la cola sin reserva era kilométrica —tan larga como la de la Academia, donde tampoco entramos en este viaje—. En el museo seguían estando prohibidas las fotos, así que me limité a retratar a mis imprescindibles: Leonardo, Miguel Ángel, Tiziano, Durero, Giotto y Boticelli ❤️.
Siena y Asís, 29 de diciembre
Amaneció con una nevada espectacular y nos pusimos en ruta. El Arno estaba precioso, y los campos… Llegamos a Siena. Después de visitar la tumba de Santa Catalina (prohibido hacer fotos, para variar), nos dirigimos a la Plaza del Campo, toda nevada, y a la catedral… ¡¡¡ PORCA MISERIA !!! En el frío silencio de la mañana retumbó la voz de un señor cuya esposa acababa de resbalar y caer en un charco de aguanieve. Era realmente difícil ascender esa docena de escalones, pero una vez arriba, el interior —también en restauración— era maravilloso.
Al entrar en las basílicas de Asís hacía un frío intenso; el interior, en cambio, era cálido y acogedor. Cientos de fieles se agolpaban ante el enterramiento de Francesco y sus primeros seguidores. Las bóvedas, totalmente destruidas en el terremoto de 1997, lucían de nuevo todo el esplendor de los frescos que pintaran en los siglos XIII y XIV Cimabue, el Giotto, Martini y Lorenzetti. También estaban prohibidas las fotos, así que sólo tomé algunas panorámicas. Ya de noche llegamos a Roma y nos recogimos; no estaba la noche para dar paseos.
Roma, 30 de diciembre
Roma es el mayor museo que podemos visitar en el mundo. Por todas partes hay restos de obras públicas, civiles y religiosas, algunas de ellas muy bien conservadas. El viernes por la mañana hicimos una visita panorámica: templo de Vesta, termas de Caracalla, pirámide de Cayo Cestio, columna Trajana, castillo de Sant’Angelo… hasta San Pedro, para visitar los Museos Vaticanos.
Los Museos Vaticanos
Lo primero que me llamó la atención fueron las colas enormes que se formaban para entrar. Afortunadamente, al viajar en grupo, nuestro guía consiguió las entradas en un momento y pudimos acceder, eso sí, entre una multitud. Dentro, una gran cantidad de obras de arte, atesoradas por los papas a lo largo de los siglos. Pasamos rápidamente entre clásicos grecolatinos, uno de ellos el Laocoonte; también por una escultura que me encantó, un Mitra, muy parecido al de Cabra. La visita fue demasiado apresurada, ya que era casi la hora de comer; al menos tuvimos unos minutos en la abarrotada Capilla Sixtina. Aunque no se podían hacer fotos, alguna tiré.
Después de los museos, visitamos la mayor iglesia del mundo, San Pedro del Vaticano. Por la tarde fuimos al Museo Nacional Romano y a los Museos Capitolinos. Ya de noche paseamos hasta el hotel; hacía frío pero al menos no llovía.
El Museo Nacional Romano
El Palacio Altemps, era una de las sedes de Museo Nacional Romano. Tenía interesantes colecciones de escultura, joyas y monedas. Me gustó mucho una Afrodita, similar a la encontrada en Córdoba.
Museos Capitolinos
Fue la última visita del día, ya que oscurecía muy pronto y todo cerraba. Este museo situado en el Campidoglio reunía una interesante colección de obras de distinta procedencia (de ahí lo de llamarse «museos»). Descubrimos piezas singulares, como el Gálata moribundo, el Spinario o la Loba capitolina. Se acababa de inaugurar un patio cubierto con vidrio, en el que se exhibía la estatua ecuestre de Marco Aurelio —que había estado varios siglos presidiendo la plaza del Campidoglio— y una escultura colosal de Hércules.
Pompeya y Capri, 31 de diciembre
El último día del año habíamos contratado una excursión a Nápoles, con dos visitas interesantes: Pompeya y Capri. El recorrido por Pompeya fue muy interesante. La ciudad, sepultada por el Vesubio en el año 79, permitía conocer el urbanismo y los hábitos de sus ciudadanos con toda precisión.
A media mañana, la travesía de Nápoles a Capri fue especialmente movida. El mar estaba encrespado y en el catamarán se marearon hasta los miembros de la tripulación. Yo no me di cuenta casi de nada. Fue la primera vez en mi vida que me mareé, y estuve fatal hasta bien entrada la tarde. A pesar de mi estado y del tiempo desapacible, la isla era preciosa, con unos rincones únicos —que no tenía fuerzas para retratar— y unas vistas de anuncio. A última hora me tomé un limoncello que me animó algo. Cogimos otra vez el funicular y regresamos a Nápoles. Allí dimos una vuelta por la Galería Umberto I y por las torres del Castelo Nuovo.
Roma, 1 de enero de 2006
Empezamos el año yendo a la Plaza de San Pedro, a ver al papa Ratzinger, que había sido elegido unos meses antes. Seguimos hasta la animadísima Plaza Navona, después al Panteón de Agripa, la Fontana de Trevi y los Foros Imperiales. Comimos pizza en el Trastévere y volvimos al Coliseo y al Circo Massimo; la tarde empeoraba… Sobre el Puente Palatino nos cayó encima el diluvio; nunca nos habíamos mojado tanto. Volvimos al hotel a secarnos y ya no salimos hasta el día siguiente, cuando fuimos al aeropuerto para volar a Madrid.