Dedicada a Kumiko Horikoshi, excelente persona y guía, que consiguió que me enamorara de Japón ❤️
Viajamos a Japón en el verano de 2008, por casualidad. Ese año, además de conocer Mongolia, quería cumplir los 50 en el Tíbet; todo iba por buen camino, hasta que llegaron las revueltas. A mediados de julio, buscando información sobre otros destinos alternativos, me encontré con este viaje; al día siguiente teníamos la confirmación. Los comentarios son los originales, escritos durante el viaje en las notas del iPod o en el fotoblog que fui publicando en Flickr —Facebook estaba todavía empezando— .
大阪市 – Osaka, 28 y 29 de julio
Ya estamos en Osaka. Salimos ayer de Málaga, vía Paris, a mediodía. Después de 12 horas estábamos en el aeropuerto de Kansai. Aquí ya eran las 10 de la mañana. Así que la noche… esfumada. Llueve.
La segunda ciudad de Japón es un monstruo industrial y portuario sin nada especial. Algunos edificios destacan, como esta torre de Umeda Sky, que visitaremos mañana. El hotel Ramada está bastante bien… Como prueba de lo higiénicos que son los japoneses, os pongo las instrucciones -claritas- del artilugio que tenemos en el baño. Ya os contaré si averiguo como funciona… Después de 32 horas, dormimos en una cama, como lirones, no sé cuántas horas…
El Castillo de Osaka, aunque reconstruido, es interesante. Por cierto, hacía una humedad insoportable. El tiempo está tormentoso. Nunca antes había oído tal cantidad de chicharras. Tampoco había visto ninguna.
京都市 – Kioto, 29 de julio
Fundada en 794 como Heiankyo (capital de la paz y la tranquilidad), hasta 1868 fue capital del país. Alberga más de 1800 santuarios, templos y palacios, adornados con bellos jardines; es rica en recuerdos históricos y en leyendas, encerrando los más bellos vestigios del Japón antiguo. Esencialmente, es una ciudad para perderse…
Japón está lleno de cables. Dicen que debido a que la reconstrucción después de la guerra fue muy rápida… Me choca el avance tecnológico con este desbarajuste de voltios.
Rokuon-ji, el templo del jardín de los ciervos, fue construido en 1397 como villa de descanso de un shogun. Su hijo transformó el edificio en un templo zen y ardió varias veces. En 1950, el pabellón fue incendiado por un monje con sus facultades mentales alteradas. La estructura actual fue construida en 1955 y restaurada después varias veces. Posee un magnífico jardín japonés adyacente. El estanque que se ubica enfrente es llamado Kyoko-chi (Espejo de agua) y tiene numerosas islas y piedras que representan la historia de la creación budista.
Ryoan-ji, el templo del dragón tranquilo y pacífico, es un templo zen, Patrimonio de la Humanidad desde 1994. Dentro está uno de los jardines secos más famosos del mundo, construido a finales del siglo XV. El creador del jardín no dejó ninguna explicación sobre su significado, por lo que durante siglos ha sido un misterio descubrir el verdadero sentido o el porqué de su gran belleza. Se trata de un jardín rectangular construido frente al edificio principal. La composición utiliza arena rastrillada, musgo y rocas. Los monjes de este templo pasan su vida «peinando» la grava.
Gion es otro mundo dentro de este. Perderse en sus callejuelas es volver al pasado. Los izacaya (tabernas) se distinguen por el noren, la cortina de la entrada, y por un farolillo rojo en la puerta. En el izakaya sirven principalmente pescado crudo, tofu o cuajada de soja. En el santuario sintoísta Yasaka-Jinja, se celebran cada mes de julio, desde hace mil años, unas procesiones multitudinarias.
Shijo dori, una de las principales arterias de Kioto, es calle de no fumadores. La cena de hoy martes ha sido autoservicio en un restaurant de lo más curioso. Todo estaba buenísimo.
京都市 – Kioto, 30 de julio (mañana)
El miércoles visitamos el espectacular castillo de Nijo-jo, construido en 1603, que sirvió de residencia del shogun Tokugawa. El Palacio Ninomaru es el corazón del castillo (estaban prohibidas las fotos) tiene pinturas del S XVII.
奈良市 – Nara, 30 de julio (mediodía)
Muy cerca de Kioto, visitamos Nara, que fue capital del país en el Japón medieval. Los templos y ruinas de Nara forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, desde el año 1998. También es conocido el parque de Nara por sus ciervos, protegidos oficialmente como tesoros nacionales y considerados como mensajeros de los dioses por el sintoísmo, vagan por el terreno libremente. Se les puede alimentar con unas galletas que venden dentro del recinto (150 yenes el paquetito, aprox. 0,90 €) y no muestran ningún temor hacia las personas.
Todai ji (el gran templo oriental), es un templo budista. Alberga una estatua gigante del Buda Vairocana, de 17 m. Uno de los pilares que sostiene el edificio tiene un agujero en su base. Los visitantes intentan pasar por el agujero, que tiene las mismas dimensiones que los orificios de la nariz del Buda. La leyenda dice que aquel que pase será bendecido con la iluminación.
Kasuga Taisha es un santuario construido a principios del siglo VIII por Fujiwara Fuhito. Las cerca de 3.000 linternas de piedra que adornan el camino de acceso y los farolillos colgantes de los corredores son donaciones. En Setsubun (febrero) y Obon (agosto) se celebra un brillante festival Mantoro en el que se encienden todos a la vez.
京都市 – Kioto, 30 de julio (tarde)
Aquí todavía se revelan muchos carretes. Son muy frecuentes los platos de cera en el escaparate de los restaurantes. La comida de hoy ha sido en un bufé japonés. A mí me ha gustado todo; es una cocina muy sana y natural.
El Palacio Heian fue el palacio imperial de Kioto. Del antiguo, casi no quedaron rastros y la arquitectura del mismo se basó en fuentes literarias, diagramas y pinturas de la época. Después, transitamos por el Templo del Estudio, Kitano Tenman-gu, construido en 947. Aquí vienen a rezar los estudiantes y a pedir éxito en sus exámenes.
La ceremonia japonesa del té es una forma ritual de preparar té verde o matcha, influenciada por el budismo zen, sirviéndose a un pequeño grupo de invitados en un entorno tranquilo. Es en sí la mayor muestra de hospitalidad, respeto, sinceridad y humildad que una persona le pueda entregar a otra. Es una comunión con la paz interior a través de una bebida que te permite simbólicamente fusionarte con el medio olvidando los problemas del día a día y siendo durante un momento, quizás un poco más feliz.
Acabadas las visitas del programa, decidimos volver a Gion, donde sobrevive la tradición de las geishas. Aunque si se ve algo por las calles de este barrio son geikos y maikos, es decir, aprendices. Estas chicas, que acuden discretamente a sus citas, nada tienen que ver con la idea que podemos tener de una geisha; ellas han decidido su futuro, llevan a cabo una intensa formación, a veces simultánea a la secundaria, y normalmente, una vez hecho su trabajo de animación, se desmaquillan y salen como chicas normales.
Después de cenar, vimos un grupo de country tocando en la calle. En el metro, la Señora Kato, nuestra eficiente guía, se lio un poco con los billetes. Para remate, nos metimos en un vagón reservado a mujeres (los tocaculos del metro son casi un problema nacional). Notábamos que nos miraban extrañadas… Alguien dio la voz de alarma y pasamos rápidamente al vagón contiguo.
京都市 – Kioto, 31 de julio
En nuestro día libre en Kioto, empezamos por subir la colina del Kiyomizu, repleta de tiendas para turistas. Kiyomizu es la caña. Además de bonito, antiguo y bien cuidado, rebosa de fieles. Más mérito en una ciudad con cientos de templos por todos los rincones… El templo del agua pura, data del año 778, aunque los edificios actuales fueron construidos en 1633. El templo toma su nombre de las cascadas que existen en el complejo, las cuáles bajan de las colinas cercanas. El conjunto es Patrimonio de la Humanidad.
Debajo de la sala principal se encuentra la cascada Otowa-no-taki, donde tres canales de agua caen en un estanque. Se dice que beber esta agua supone tener salud, longevidad y éxito en los estudios.
Bajando la cuesta de Kiyomizu, otro santuario sinto, y caminamos hasta Sanjusangendo, donde se custodian como tesoros nacionales más de 1000 budas. Es además el edificio de madera más largo de Japón. No se podían hacer fotos; hice una y me pillaron. Después entramos en el Museo Nacional, que conserva piezas fundamentales de la historia de Japón. Tampoco estaba permitido fotografiar.
En Takashimaya (una especie de Corte Inglés) pedí un «bento». Tengo que decir que todo, absolutamente todo, lo que he comido hasta ahora estaba exquisito. Al pagar, la cuenta estaba un poco confusa…
Sé que algunos de los seguidores de este fotoblog están alucinando con los retretes y sus instrucciones. Para que la cosa no decaiga, aquí les dejo una prueba de mi primera visita a un wc robotizado, que levanta automáticamente la tapa, y otras cosas que asustan (todo funciona con 100 V). Lo que no he averiguado es para qué servía el mando a distancia; seguro que aprovecharía al máximo el potencial del invento. Lo más curioso es que en otros establecimientos pervive el retrete asiático o de canalillo.
京都市 – Kioto, 1 de agosto
Gracias a Gemma, una filóloga de Lérida que viene en el grupo, hemos llegado a tiempo al shinkansen de Kioto a Mishima. Son las 11:17 y hemos dejado atrás Nagoya. Esto es como el AVE, o mejor dicho, como el Talgo 200. El paisaje es agradable; los arrozales van cediendo ante el incremento de población y abundan los suburbios agrícolas y muchas factorías de marcas conocidas. La más grande de todas ha sido la de Kirin, una cervecera impresionante.
箱根町 – Hakone, 1 de agosto
La llegada al lago Ashi nos reportó otro almuerzo en cajitas, con hornillo incluido. Todo rico. Tuvimos que pasar el sashimi (pescado o marisco crudo que se toma con salsa de soja o wasabi, picante) por la “sartén”. Después hicimos un crucero por el lago, muy relajante.
Ascendimos al monte Komagatake en teleférico. Owakudani es un cráter que todavía humea. Después de subir un par de estaciones en un impecable teleférico, dimos un paseo entre nubes de azufre (así debe oler el infierno) y cáscaras de huevos negros, que aquí venden cocidos naturalmente y que dicen que alargan siete años la vida.
Camino del riokan, la encantadora Kumiko-san, nuestra guía, se esforzó en que aprendiéramos esta canción tradicional del Monte Fuji. Hicimos lo que pudimos, el japonés tiene tela…
Este es el riokan (hotel tradicional) en el que nos alojamos. La habitación es amplia y austera. La cena, más de lo mismo. Mis piernas no están acostumbradas a estas posturitas; después de diez minutos ya no sabía como ponerme.
箱根町 – Hakone, 2 de agosto
A las 6 de la mañana ya estaba en el onsen, que tiene dos partes bien definidas, una zona para las abluciones, y cuando uno está bien lavadito, se pasa al baño termal. ¡Ah! No he dicho que este es el onsen de chicos; hay otro para mujeres.
¡Menudo desayuno! Una vez en ruta hacia Nikko, lo primero que hicimos fue parar en un Lawson: ¡café con leche y una especie de churro japonés!
日光市 – Nikko, 2 de agosto
Atravesando arrozales infinitos, llegamos a las cataratas Kegon (Kegon no taki), de 97m de altura. Cogimos el ascensor para ver las cataratas desde abajo… y mojarnos. Un señor preparaba espetos de unos pescados parecidos a las sardinas, al menos en el olor.
En el restaurante Maple, además de saborear un exquisito pollo asado a las hierbas (se iba echando de menos la cocina occidental), disfrutamos de unas plantas preciosas.
La pagoda de Toshogu fue construida en 1650 y reconstruida en 1818 tras un incendio. La puerta Niomon está flanqueada por dos estatuas de figuras Nio. La primera, tiene la boca abierta para pronunciar a, la primera letra del sánscrito; y la segunda figura tiene la boca cerrada, acabando de pronunciar un, la última letra.
Los tres monos sabios, que se tapan con las manos respectivamente los ojos, oídos y boca, están representados en una escultura de madera. Yomeimon es probablemente la edificación que tiene la decoración más elegante de todo el conjunto; sus columnas de madera fueron talladas de arriba hacia abajo, para hacerlas imperfectas a propósito.
El santuario es una joya, además de ser Patrimonio de la Humanidad; da gusto moverse entre sus edificios, pagodas, linternas…
東京都 – Tokio, 2 de agosto
Sábado por la noche, llegada a Tokio. Esto es lo que veo desde la ventana de mi habitación. Después de cenar, nos dimos una vuelta por Roppongi, una zona con mucho ambiente. Desde lo alto de la Torre Mori la vista es estremecedora.
東京都 – Tokio, 3 de agosto
Al abrir la ventana, desde el piso 10 del Prince Hotel, otra vez la copia de la Torre Eiffel (aunque más ligera). Hoy nos espera un buen día de metro que no es complicado. El problema es que son dos compañías distintas las que lo explotan y no se llevan demasiado bien, hay correspondencias mal señalizadas y a veces no sabes donde estás.
Empezamos subiendo al observatorio del edificio del Gobierno Metropolitano de Tokio. El santuario Meiji se esconde en medio de un oscuro y fresco bosque, un oasis insólito en pleno centro de la ciudad. Después bajamos por Takeshita Dori, una empinada calle peatonal donde se suceden las tiendas mas fashion de la ciudad. Aquí, miles de quinceañeras buscan ropa, regalos y complementos para estar a la última. Más abajo, en la calle Omotesando (Los «Campos Elíseos») se suceden las tiendas de lujo al más puro estilo occidental. Las anchas calles alineadas de árboles de Ginza responden a la afición nacional número uno: las compras.
La comida, exquisita. Sopa y filetitos de vacuno bañados en huevo crudo.
También estuvimos en Mikimoto (el inventor de las perlas cultivadas) y en Perlita. Nos cruzamos con un Mitsuoka Classic Type-F de 1997, que nunca antes había visto. Entramos en una Apple Store, como todas y en medio de Ginza, un monje esperaba donativos.
Y después de Ginza, a Akihabara, el distrito de la electrónica. Yodobashi es un sitio para perder la cabeza, tecnológicamente hablando. Hay de todo, pero de todo.
Después de pasar todo el día pateando la ciudad, nos atendieron en la cena dos maikos, con total amabilidad, canciones, bailes… su trabajo es amenizar las veladas. Lo que no he conseguido es encontrar la posturita en estas mesas a ras de suelo. Durante la conversación, en inglés chapurreado, sacaban una chuletilla con algunas palabras en español, más chapurreado todavía.
東京都 – Tokio, 4 de agosto
A las 5:04, por seis euros, saqué este bono para moverme por el metro el día 4 del mes 8 del año 20 de la era Heisei (Akihito, 1989- ). ¿Dónde iba yo sólo a las cinco de la mañana? A Tsukiji Ichiba, el mercado mayorista del pescado. Por aquí pasa todo el pescado que consumen más de 10 millones de tokiotas, con tal frescura que permite que casi todo se consuma crudo. Sobre las 5:30 se celebra la subasta de los atunes. Está prohibida la presencia de curiosos, pero no dudé en colarme en la lonja; cuando uno estorba te atropellan con el carrillo o te arrean con el garfio.
A la vuelta me detuve en este santuario que había junto al hotel.
El resto del día paseamos por Tokio, sin prisas. Empezamos en el Komagata-bashi, sobre el río Sumida, en el distrito de Asakusa. Desde aquí se ven el Azuma-bashi y los edificios de la cerveza Asahi. El alto parece simbolizar una pinta llena con su espuma, el Flamme d’Or… nadie lo sabe. Cominos en un italiano en Omotesando Hills; uno de los cocineros era de Barcelona; Japón está lleno de paisanos. Fuimos a otro de los distritos con miles de tiendas y centros comerciales, Shibuya. Es inexplicable que haya tanta gente por la calle, con un calor y una humedad agobiantes.
A la salida de la estación de Shibuya se haya el punto de encuentro más famoso de la ciudad, la estatua de Hachiko. Este fiel perrito salía a buscar a su dueño todos los días después de trabajar e incluso tras su muerte, durante diez años, seguía acudiendo al lugar. La tierna historia tocó la fibra sensible de los japoneses y erigieron una estatua en su honor.
Hello Kitty parece decirnos «sayonara». Nos despedimos de la ciudad desde la Tokyo Tower (333 m.), a cinco minutos del hotel. Vistas impresionantes y una tormenta de miedo (ha sido el primer rayo que he cazado en mi vida).
家に帰る – Vuelta a casa, 5 de agosto
A la mañana siguiente… Camino a Narita me retrato con mi Asus; gracias a él ha funcionado esto (me refería al fotoblog en Flickr) ¡Gracias, pequeñajo!
Pasados los controles, foto del grupo que hemos compartido estos días en el Imperio del Sol Naciente.
Epílogo
Ocho de la tarde (hora de no sé donde) sobrevolando no sé que parte de Siberia. Hemos salido de Narita con cuatro horas de retraso. Primero fue una tormenta, o mejor dicho, un cicloncito; cuando cesaron los rayos, algo no iba bien en el aeroplano y el capitán nos informó que volvíamos a la terminal. A las 14:30 hemos despegado. En este vuelo vamos a batir el récord de horas enlatados en un Airbus: dieciséis de un tirón.