Al final de nuestro viaje a la India en julio de 2001 pasamos cuatro días en Katmandú, la capital de Nepal. Este pequeño país del Himalaya es original hasta en la forma de su bandera. Me encantaron sus estupas, su arquitectura y la simpatía de los nepalíes. Fueron días intensos, del 18 al 21, en los que visitamos lugares cargados de espiritualidad, en la capital y los alrededores, la mayoría declarados Patrimonio de la Humanidad.
Swayambhunath
Swayambhunath es el templo de los monos, un antiguo complejo religioso sobre un cerro desde el que se domina Katmandú. La estupa central luce los ojos de Buda. Alrededor hay decenas de templos y santuarios en los que budistas e hinduistas hacen sus rezos. Allí me enteré del funcionamiento de los molinillos de oración: girarlos tenía el mismo efecto que rezar el mantra om mani padme hum. El que compré —y tengo en mi altarito— tiene dentro un rollo con varios metros de oraciones, así con cada vuelta se reza mucho más. La escalera por la que bajamos tenía 365 escalones.
La plaza Durbar de Katmandú
La plaza Durbar era una amalgama de palacios con ventanas esculpidas, pagodas, templos, dioses y bestias… Hanuman, el dios-mono tenía varios altares. Visitamos a Kumari, la diosa viviente —que es cambiada por otra cuando llega a la pubertad—. Después dimos un paseo por un estanque enorme y comimos muy cerca, en el Kathmandu Kitchen; afortunadamente, además de los triclinios había mesas.
Patan-Lalitpur
La antigua Patan —ahora llamada Lalitpur— es la tercera ciudad de Nepal por población. Su plaza Durbar, también estaba inscrita como Patrimonio de la Humanidad. Visitamos además el Templo de Oro y después nos perdimos por sus callejuelas.
Boudhanath
La estupa budista de Boudhanath, en el valle de Katmandú, es una de las mayores de Nepal y tiene forma de mandala —se aprecia en la postal que compré—. A su alrededor los budistas tibetanos exiliados han levantado numerosas gompas. También hay muchos puestos de artesanía tibetana, en uno de los cuales compré discos de mantras.
Pashupatinath
Pashupatinath es el más antiguo de los templos hinduistas de Katmandú, atravesado por el río Bagmati. Las incineraciones eran frecuentes; hacía un mes que aquí se habían hecho las de la Familia Real Nepalesa, después de ser asesinados por uno de sus miembros. Los cadáveres se colocaban sobre troncos y el familiar varón más allegado —vestido de blanco— ejecutaba la cremación. Entre los santuarios de la otra orilla encontré a un sadhu que no tuvo inconveniente en fotografiarse conmigo.
Bhaktapur
Trece kilómetros al este de Katmandú estaba Bhaktapur, una ciudad deslumbrante. También era importante como centro religioso, con muchas pagodas entre las que destacaba Nyatapola, dedicada a la diosa Lakshmi, con cinco pisos y una escalera increíble: «Las dos estatuas más bajas son un par de luchadores, los cuales tenían la fuerza de diez hombres. Por encima de ellos hay dos elefantes, diez veces más fuertes que los luchadores. Más arriba, dos leones, diez veces más fuertes que los elefantes. Siguen dos águilas y sobre éstas se encuentran las diosas Baghini y Singhine que son parte tigre y parte león respectivamente. Se dice que estas diosas son diez veces más fuertes que las águilas. Esta progresión sugiere que la deidad que hay dentro del templo debe ser muy poderosa.» (Copiado de viajepornepal.com).
También dedicamos tiempo a compras, paseos, caminatas… cuando quisimos acordar era la hora de volver a casa. Nada más despegar vi que entre las nubes sobresalían algunas cumbres nevadas del Himalaya. Había acabado el circuito, pero lo que había visto y sentido seguiría siempre vivo en mí.