Siria

Viajamos a Siria en las vacaciones de Navidad de 2009, quince meses antes de que estallara la guerra civil. El 20 de diciembre volamos con Royal Jordanian a Amán; allí enlazamos con otro vuelo que hizo escala en Alepo y llegó a las tantas a Damasco. Hicimos los trámites fronterizos, cambiamos libras sirias y conocimos a Mansour, nuestro guía y traductor, que nos llevó al Sheraton, un hotelazo en el que caímos rendidos.

Damasco, 21 de diciembre

Museo Nacional de Damasco

Empezamos la jornada visitando el Museo Nacional, anticuado y caótico. Su puerta era la de un castillo omeya, con almenas sirias como las de la Mezquita de Córdoba. Este museo era una visita imprescindible para conocer la historia de la Gran Siria a través de los restos que habían sobrevivido a los expolios. No se podían hacer fotos, pero los vigilantes —a cambio de una propina— nos indicaban incluso los mejores ángulos para hacerlas. Entre las piezas destacaba una tablilla de arcilla de reducidas dimensiones, instalada tras una lupa, que contenía el alfabeto ugarítico, el primero de los alfabetos del mundo.

Después fuimos a la avenida Al-Thawra, donde estaba el monumento a Saladino y la entrada al Zoco de Hamidiye, con un techo de hierro del siglo XIX. A diferencia del de Estambul, totalmente enfocado al turismo, este conservaba la esencia del comercio tradicional. Al final del zoco estaban los restos del templo de Júpiter y de una iglesia bizantina, y se empezaba a descubrir la Gran Mezquita Omeya. Pedro Marfil, gran arqueólogo especializado en el trabajo de los omeyas en Al-Ándalus, me prestó un libro con fotografías del Damasco de finales del S. XIX, del que he intercalado algunas imágenes.

La Gran Mezquita de los Omeyas

La mezquita, construida hacia 705, era uno de los lugares santos del Islam. El inmenso patio de 122 metros de largo, tapizado de losas que pertenecieron a un monumento romano, ofrecía varias y exquisitas decoraciones. Entre ellas, la del tesoro, una construcción sobre columnas que se utilizaba para almacenar el oro del Estado. Según la tradición local, el minarete más alto de la mezquita, llamado minarete de Jesús, marcaba el lugar donde el Mesías volvería a la tierra el día del juicio final.

A doscientos metros de la Gran Mezquita visitamos un ejemplo de riquísima arquitectura árabe-otomana, el Palacio Azem, del siglo XVIII. Era un museo de las artes y tradiciones y exhibía, en los diversos cuartos, maniquíes que ilustraban sobre la vida cotidiana en la época. Después paseamos por la Ciudad Antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1979, y visitamos un taller de taracea. Ya había anochecido cuando visitamos la casa de San Ananías y la cercana puerta de Bab Kisan, por donde, según la tradición, San Pablo huyó de Damasco, bajando las murallas en un cesto.

Palmira, 22 de diciembre

Salimos muy temprano hacia Palmira. Paramos en medio del desierto en el «BAGDAD CAFE», cerca del cruce para Irak; allí me hice una foto para felicitar las fiestas.

La antigua Palmira fue la capital del reino nabateo bajo el efímero reinado de la reina Zenobia, entre los años 266-272. En nuestra visita —ya sabes, antes de la guerra de Siria— pudimos ver numerosas ruinas, su principal atracción; entre ellas destacaba el templo de Bel, edificado en el año 32 después de Cristo. También nos adentramos en las montañas, a un sitio desolador, con torres cuadradas y macizas: el valle de las tumbas. Algunas de estas construcciones podían albergar hasta 500 cuerpos. Dimos una vuelta por Tadmor mientras anochecía y nos acercamos de nuevo a uno de los arcos que estaba iluminado.

Palmira, 23 de diciembre (a primera hora)

Al día siguiente, temprano y con un aire gélido, fuimos a la gran columnata de 1200 m que era el eje de la vieja ciudad, que llegó a tener cerca de 200.000 habitantes. Recorrimos el templo de Nebo, deidad babilónica; el templo funerario; el campamento de Diocleciano, que antes había sido el palacio de la reina Zenobia; el teatro y el ágora, donde se realizaban operaciones comerciales y se discutía…

Al final de la visita, paramos unos minutos ante el famoso hotel Zenobia, construido en 1924 y que poco después compró Marga D’Andurain, la protagonista de Cautiva en Arabia de Cristina Morató. Este libro, al que tenemos mucho aprecio, se lo regaló a Pilar por su cumpleaños Asun Sánchez Fauquier una de nuestras compañeras de viaje.

En ruta a Alepo, 23 de diciembre

Hama

De camino a Alepo, paramos en una venta muy pintoresca; después llegamos a Hama. Esta ciudad fue escenario de violentos enfrentamientos entre los Hermanos Musulmanes, los nacionalistas árabes del Partido Baath iraquí, la izquierda siria, y el Ejército Sirio de Hafez el-Assad, en febrero de 1982. Estiramos un rato las piernas viendo las norias de las riberas del Orontes, que aparecían en el billete de 50 libras, y volvimos al autobús.

Apamea

Apamea era una antigua ciudad grecorromana construida en el año 300 a. C. Fue una próspera ciudad con casi 200.000 habitantes que vio pasar a figuras históricas como Cleopatra, Septimio Severo o el emperador Caracalla. Había numerosas ruinas a lo largo del que fuera su cardo maximus de más de dos kilómetros de longitud. Después seguimos la ruta, paramos a comer (el panadero del restaurante se parecía mucho a Freddie Mercury) y por fin llegamos a Alepo, ya de noche.

Alepo, 24 de diciembre

Antes de las 6 empezaron las llamadas desde las mezquitas para el rezo. Poco después, salimos unos kilómetros fuera de la ciudad para ir a San Simeón. Los mercadillos callejeros estaban muy animados a esa hora.

Monasterio de San Simeón Estilita

Simón del Desierto fue una de las películas de arte y ensayo que vi en el cine Magdalena cuando era poco más que un adolescente. Buñuel retrataba entre el absurdo y el surrealismo a un seguidor de San Simeón que sufría toda suerte de tentaciones. Tantos años después estaba llegando al escenario que inspiró a aquella cinta mexicana.

Simeón el Estilita vivió 36 años encima de una columna con el deseo de aislarse del mundo buscando paz interior y estar más cerca del cielo. Al poco de su muerte se construyó la iglesia en la cima del cerro dónde el santo había vivido subido a la columna.

La Ciudadela de Alepo

De vuelta a Alepo, sin duda la atracción más interesante del país, en primer lugar visitamos la ciudadela, del s. XII.

La Catedral de los Santos 40 Mártires

Comimos en Sissi House, empezando con unos mezze, aperitivos sabrosos y variados. Después paseamos por el barrio armenio y entramos en la Catedral de los 40 Mártires.

Mezquita Omeya y Zoco del Oro

La Mezquita Omeya era una de las construcciones más notables del arte selyúcida, famosa por albergar los restos del profeta Zacarías. Fue erigida entre los años 710 y 715 d.C. sobre los restos de un templo romano y de la iglesia bizantina construida por Santa Elena (madre de Constantino el Grande). Después de nuestra visita, sufrió enormes daños en 2013, entre ellos la destrucción de su minarete. Los comercios del zoco estaban cerrando, pero pudimos ver algo de su ambiente, el Caravanserai del Jabón y por último comprar mazapanes, ya que era Nochebuena.

Nochebuena

En el hotel nos sorprendieron con una cena extraordinaria y además con una tarta por el cumple de Pilar. Fue una Nochebuena muy especial.

25 de diciembre, de vuelta a Damasco

Muy temprano salimos hacia Damasco. Aquel día teníamos previstas tres visitas: Sergelleh, Crac de los Caballeros y Maalula.

Sergelleh

Sergelleh o Serjilla era una de las más de 700 “ciudades muertas” situadas al norte de Siria. De origen bizantino, fueron abandonadas alrededor del s. V, probablemente por un cambio en las rutas de comercio.

Crac de los Caballeros

El Crac de los Caballeros fue la sede central de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén en Siria, durante la época de las cruzadas. Fue incluido por la Unesco en el Patrimonio de la Humanidad, en el año 2006, y según expresión de T.E. Lawrence, el Crac de los Caballeros es el castillo más admirable del mundo.

Maalula

Era una ciudad colgada de un acantilado a poco más de 50 km. de Damasco. Su población era mayoritariamente greco-católica melquita, una iglesia católica de rito bizantino que gozaba de autonomía bajo el papa de Roma. Con el alumbrado de Navidad parecía un auténtico belén. Allí todavía se hablaba el arameo, la lengua materna de Jesús. Una chica lo rezó y me permitió grabarle este audio:

Padre Nuestro en arameo

El Monasterio de San Sergio fue construido en el siglo IV en estilo bizantino y guardaba uno de los primeros altares cristianos. Estaba rigurosamente prohibido hacer fotos. Santa Tecla, fue una santa en el período inicial de la Iglesia, seguidora de San Pablo. Su convento anexo era de rito ortodoxo y guardaba celosamente los restos de la santa, hija de un príncipe selyúcida. Tampoco dejaban hacer fotos, aunque alguna se me escapó.

26 de diciembre, hacia Jordania

En nuestro último día en Siria, dejamos muy temprano el hotel; el presidente Bashar al-Ássad parecía despedirnos desde la recepción. A dos horas de carretera, circulando hacia el sur, estaba Bosra.

Bosra

Antigua capital de la provincia romana de Arabia, Bosra fue una ciudad muy próspera. Paso obligado de caravanas, su importancia comercial fue enorme, y llegó a contar 50.000 habitantes. Conservaba, encerrados en sus gruesas murallas, un magnífico teatro romano del siglo II, ruinas nabateas, romanas, bizantinas y varias mezquitas. Allí compramos los últimos recuerdos y Mansour nos dejó en el paso fronterizo de Jaber, entre Siria y Jordania.

La continuación del viaje: Jordania

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