Fui a Torrecampo por primera vez el 17 de diciembre de 2022, en una visita con el Club Patrimonio. Situada en el extremo noreste de la provincia, a 100 km de Córdoba, era una de las localidades de la comarca de Los Pedroches que desconocía. El recorrido fue guiado por Lucía Fernández, gran conocedora de su pueblo, que nos acompañó por los lugares más interesantes de la localidad.
Ermita de la Virgen de Gracia
Allí habíamos quedado a las 10 de la mañana. La ermita fue construida entre los siglos XIII y XIV, y pudo haber sido una antigua sinagoga. Saqueada e incendiada en la Guerra Civil, fue utilizada como almacén hasta su reciente restauración.
Iglesia Parroquial de San Sebastián
Subimos por la calle Gracia hasta la parroquia, uno de los templos más antiguos de la comarca. Tenía tres naves separadas por pilares poligonales, así como tres ábsides coronados por bóvedas estrelladas. Muy interesante era la pila bautismal gallonada que tenía en una de sus capillas.
El pósito y la casa de la cárcel
El primero, construido en el s. XVII se utilizó como almacén de grano, y desde su restauración en 2004, como sala de exposiciones. El fotógrafo pozoalbense Moisés Vargas Rubio presentaba en uno de los espacios una interesante colección de nocturnos realizados en la comarca de Los Pedroches. También había en otra sala algunas muñecas de papel, de las que queman la víspera de san Isidro por alcahuetas. La casa contigua, que sirvió de cárcel, era más moderna, y contenía muebles y utensilios caídos en desuso, a modo de museo etnográfico.
Ermita de Jesús Nazareno
Pequeña construcción del gótico tardío, cuyo retablo e imágenes también fueron incendiados en el 36. La cúpula estaba decorada con motivos florales.
La Posada del Moro
Era una de los muchos alojamientos que hubo en Torrecampo, lugar de paso durante varios siglos. Fue construida en el s. XV y albergaba una colección de piezas arqueológicas de gran valor, reunidas por el anterior propietario, Esteban Márquez Triguero. Después pasó a manos de la empresa PRASA y estaba pendiente de obras de reforma.
Volviendo a los coches para desplazarnos al santuario, pasamos por la oficina de CAJASUR que acababa de cerrar definitivamente su sucursal; mucho hablar de la España despoblada, pero pocos hechos para apoyarla 😡
Santuario de Nuestra Señora de las Veredas
Estaba a unos 7 km de Torrecampo, muy cerca del límite provincial de Ciudad Real. La ermita —gótica del s. XV, reformada en el s. XVII— era muy sencilla, con un pórtico y una sola nave. Al fondo estaba el camarín; la figura de la virgen recibió un tiro en la frente en el año 1937.
Después de ver a la patrona, volvimos a Torrecampo, donde nos esperaba una «degustación de productos ibéricos». En el bar Sandalio, Demetrio —que era nieto del fundador— nos atendió estupendamente, por invitación del ayuntamiento.
Preparativos del belén viviente
Por la tarde recorrimos los escenarios que se estaban preparando por todo el pueblo para la celebración del belén viviente. Nos acompañaron —y fueron explicando todos los detalles— María Jesús Serrano y Adrián Pérez, presidente de la Peña Cultural Belén Viviente de Torrecampo. Los días 25 y 26 de diciembre habría en aquel decorado 300 personas repartidas en más de 50 escenas, uno de los belenes vivientes más grandes de España. Y nos acercamos a verlo, para rematar este reportaje.
25 de diciembre de 2022
Después de lo que nos habían enseñado, no podíamos faltar a esta nueva cita en Torrecampo. Como aconsejó Adrián en una entrevista que vimos, fuimos madrugadores y el día de Navidad, a las cuatro y media de la tarde ya habíamos aparcado en el paseo de Gracia. Tomamos café en Sandalio —y le dimos al hijo de Demetrio una copia de la foto que le hicimos a su padre el sábado anterior—. A las cinco y unos minutos, pagamos nuestra pulserita y entramos al recinto.
Empezamos por los establos y gallineros, mientras José y María deambulaban buscando alojamiento… Las jaboneras removían sus lebrillos; pastoras y queseras estaban en lo suyo mientras las matanceras embutían chorizos y morcillas. Como eran poco más de las cinco, los taberneros no tenían clientela, pero cerca se batían torreznos, se prensaban quesos y se partían aceitunas, por lo que pudiera venir. Pasamos junto a unas cardadoras de lana y por los puestos de un mercado; atravesamos una boda hebrea y una escuela con su pizarra auténtica.
En la calle de Jesús, toda de albero, entramos en la antigua cárcel, donde unas señoras hacían encaje de bolillos —nos dijeron que les cundía poco— . Al lado, un picapedrero trabajaba el granito y el pósito estaba convertido en palacio de Herodes; cuatro apuestos guardianes nos dejaron asomarnos para ver de cerca al rey y sus bellas cortesanas. En el último diorama de la calle estaban los Reyes Magos de Oriente, que descansaban en sus tronos después del largo viaje.
En la plaza, zapateros, carpinteros, silleros y afiladores se esmeraban en su oficio; junto a la fuente, unas lavanderas hacían su tarea —con lo fría que estaría el agua— . También había un escribano y un grupo de castañeras. Contemplamos el pesebre, con la Virgen y San José, el Niño Jesús (1), unos angelitos y la mula. Después vimos bordadoras y costureras, panaderas, una industria de tenería, una herrería, la Anunciación, aperos y tejedoras, y la posada, que según los encargados estaba completa.
Después de una hora de visita, el recinto se estaba abarrotando por momentos y dimos una última batida. Paramos en el portal, con el Niño Jesús (2), vimos la visita a Santa Isabel, compramos perrunas, castañas y una navajilla de recuerdo. Al salir felicitamos a Adrián, que ayudaba en la venta de entradas ante la enorme afluencia de público.