A finales de 2018 pasamos en Alsacia unos días muy especiales, sumergidos en la magia de los Mercados de Navidad. Algunos amigos me habían contado sus viajes por la región, y después de varios intentos, compré los vuelos con bastante adelanto, a precio de saldo y reservé coche y hotel. En esta ocasión nos acompañaron Mariló y Baltasar, una pareja de sevillanos con los que compartimos muchos viajes.
8 de diciembre, Mulhouse
Salimos desde Sevilla el 8 de diciembre a mediodía. En poco más de dos horas aterrizamos en el EuroAirport, aeropuerto compartido entre Basilea (Suiza), Friburgo (Alemania) y Mulhouse (Francia). Recogimos nuestro coche alquilado, un Volkswagen Touran, y nos encaminamos a Mulhouse, la segunda ciudad de Alsacia, donde nos alojamos esos días. Las distancias a recorrer eran cortas y preferimos no tener que mover maletas. El Kyriad Centre estaba junto a Saint-Étienne —la catedral protestante— sobre un centro comercial con aparcamiento público. Antes de descansar, dimos una vuelta por el mercadillo; a ratos llovía, pero el frío era soportable.
9 de diciembre, Mulhouse y Estrasburgo
El domingo a primera hora salimos a desayunar; cerca del hotel había varias cafeterías y pastelerías que eran una tentación para los sentidos.
La capital de Alsacia, Estrasburgo, estaba a 115 km de autopista. Aparcamos el coche en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo y paseamos hasta el centro histórico por pasarelas y puentes sobre los canales del río Ill, que a pocos metros desembocaba en el Rin. En el primer mercadillo que vimos, junto a la iglesia de Saint Thomas, tomamos un vino caliente, que no me sentó demasiado bien.
La ciudad era preciosa; sus calles y plazas sobrecogían por el equilibrio y buen gusto con el que han sido diseñadas. La decoración navideña era exquisita. A pesar de la muchedumbre, la visita fue muy agradable. Lamentablemente, dos días después se produjo aquí un atentado sangriento que nos dejó consternados.
Tomamos unas cervezas de Navidad y comimos en un encantador restaurante, Roi et son fou. Como anochecía muy pronto, regresamos temprano a nuestro hotel.
10 de diciembre, Ribeauvillé, Riquewihr y Colmar
Después de un desayuno inolvidable en una pastelería de la casa Paul, visitamos tres localidades emblemáticas de la docena que componían la ruta de los mercadillos navideños.
En Ribeauvillé compramos unos bretzels, y disfrutamos con su arquitectura, sus originales tiendas, sus floristerías, su cuidada decoración navideña… Allí encontré la placa que puse en uno de los rincones favoritos de mi casa.
Al llegar a Riquewihr, empezó a llover y nos resguardamos en un pasaje; allí mismo comimos un guiso de patatas con salchichas espectacular. Cuando escampó, seguimos descubriendo rincones, tiendas, edificios, todos ellos con su toque de Navidad.
Dejamos Colmar para la caída de la tarde. Esta ciudad era mucho más grande que los pueblos que habíamos visitado por la mañana. Recorrimos algunos de sus barrios y mercadillos y entramos en varias tiendas y anticuarios. Un disfrute total.
De vuelta a Mulhouse, estuvimos un buen rato en los alrededores de la catedral, antes de recogernos en el hotel.
11 de diciembre, Friburgo de Brisgovia y Mulhouse
Nuestros amigos no conocían el sur de Alemania, y aunque nosotros ya estuvimos en 1995, decidimos volver al Friburgo alemán, una ciudad universitaria, muy animada y pintoresca.
Paseamos hasta la Plaza de la Catedral, recorrimos varios mercadillos, y en uno de ellos comimos unas salchichas estupendas. También tomamos cafés y chocolates, para entrar en calor.
De regreso a Mulhouse, como todas las noches, dimos una vuelta por los alrededores del hotel. Me subí en la noria y grabé un minuto de vídeo, que puedes ver después de la galería.
12 de diciembre, el regreso
Ya solo nos quedaba recoger nuestras cosas y darnos un madrugón para estar en el aeropuerto (a varios grados bajo cero) a las 6 de la mañana.