Viajé por primera vez a Cáceres en 1977, en las interminables huelgas que se hacían durante la transición en la escuela de Magisterio. Aprovechaba para conocer nuevos lugares y de paso ganar unas pesetas, distribuyendo de puerta en puerta vales de descuento. En esta campaña cacereña no hice fotos pero recuerdo vívidamente la animada Plaza Mayor, con centenares de jóvenes en sus escalinatas. Fue mi último trabajo con esa empresa, ya que me mandaron a repartir a una pequeña aldea que no tenía agua corriente —ni por tanto, lavadoras— y como quebré el «algoritmo» me felicitaron por mi honradez y directamente me despidieron 🫤.
Cáceres y Plasencia en 1989
Posteriormente, Pilar y yo pasamos por Cáceres en el puente del Pilar de 1989, en la ruta a Castilla y León. Fue una parada técnica —de apenas un par de horas— en la que dimos un corto paseo por la ciudad vieja. También nos detuvimos en Plasencia para ver la catedral y algunos edificios cercanos. Solo tiré unas cuantas diapositivas, que por entonces revelava en casa y salían con unos colores bastante raros.









Otra corta visita en 2022
En esta escapada, a finales de julio de 2022, invitados a una jura de bandera, estuvimos algunas horas más en la ciudad antigua de Cáceres, Patrimonio de la Humanidad. Empezamos el recorrido a mediodía, desde la Cruz de los Caídos, por el Paseo de Cánovas, hasta la Iglesia de San Juan. Desde allí bajamos a la Plaza Mayor, para comer.
Por la tarde, volví a recorrer el mismo paseo, esta vez bajo la frondosa arboleda; me detuve un rato junto a la estatua de Gabriel y Galán, uno de mis poetas favoritos desde que era un chaval, y más adelante entré en un museo impresionante.
Museo Helga de Alvear
No tenía reserva, pero había poco público y me permitieron entrar y hacer fotos. La colección de esta galerista alemana —que estuvo casada con un arquitecto cordobés— era tan impactante como el edificio que la albergaba. Estructurado en cuatro niveles, solo me dejé llevar…
Después de este cañonazo de arte moderno, estaba de nuevo en la ciudad antigua. Muy cerca estaba el Museo de Cáceres, al que hice una corta visita. Tenía buen material, pero con una museografía anticuada.
El centro histórico de Cáceres me tenía hechizado… aunque no lo recorrí en su totalidad, sí que lo fui disfrutando a cada paso. Era un enorme decorado en el que me encontré cerrados muchos edificios. Pude entrar en la Iglesia de San Francisco Javier, muy sencilla, que permitía la subida a sus torres. Más tarde, ya con Pilar, dimos una vuelta por los adarves, encontrando una interesante exposición fotográfica de la visita del rey Alfonso XIII a Las Hurdes. Acabamos en la Plaza de Santa María; allí la concatedral estuvo toda la tarde cerrada a los turistas, así que nos hicimos una foto para Instagram y nos recogimos temprano, ya que había que madrugar el día siguiente.
Nos quedó mucho por ver: la Ermita de San Antonio en la Judería y varias iglesias, conventos y palacios que encontramos cerrados. Algún día tendríamos que volver para completar el reportaje.
Vuelta a Cáceres en 2025
Casualmente, tuvimos ocasión de volver a Cáceres en un viaje cultural del IMSERSO, con salida desde Jaén el 9 de febrero. Una vez alojados en una confortable habitación del Hotel Extremadura, salimos a dar una vuelta por la ciudad vieja, que tantos recuerdos nos traía.
Alcántara, 10 de febrero (mañana)
Aquel lunes fuimos de excursión a Alcántara, localidad famosa por su puente romano, en la que descubrimos un interesante patrimonio monumental. Visitamos el Convento de San Benito, sede de la Orden de Alcántara y centro de información de las demás órdenes militares españolas: Santiago, Calatrava y Montesa y la transnacional Orden del Temple. Después dimos un paseo por el centro histórico y bajamos por una calzada romana para ver una panorámica del puente. Más tarde pasamos junto a la iglesia de Santa María de Almocóvar y entramos en la ermita de la Soledad, en la que se exponían fotos antiguas de la localidad. Para terminar bajamos en el autobús al río Tajo para echar una última mirada y algunas fotos al puente milenario.
Cáceres, 10 de febrero (tarde)
Aquella tarde, que era libre, salí a buscar rincones que desconocía —entre ellos la Judería Vieja— y sobre todo a mirar con otras luces, en especial la «hora azul» con muy pocas personas en el casco histórico. ¡Vaya si disfruté!
Cáceres, 11 de febrero (mañana)
El tercer paseo por la capital cacereña fue la visita guiada que incluía el programa. De la Plaza Mayor subimos hasta la de San Jorge, donde visitamos la Casa de los Becerra, con mobiliario y ajuar muy interesantes. Después continuamos hasta la Plaza de San Mateo, uno de los puntos más elevados de la ciudad y finalizamos la visita con una degustación de morcilla patatera, torta del Casar y otras delicias regadas con una bota de vino de pitarra 😋.
Plasencia, 11 de febrero (tarde)
La excursión de la tarde a Plasencia estuvo pasada por agua, pero había que hacerla, así que al llegar abrimos los paraguas, saludamos al waterpolista de bronce y nos dirigimos hacia la oficina de turismo. Allí la guía nos dio unas orientaciones y a continuación visitamos las dos catedrales: la vieja y la nueva. Continuaron las explicaciones a cubierto en el pasadizo del Palacio de los Marqueses de Mirabel, escenario de historias e intrigas. Terminamos la visita en los soportales de la Plaza Mayor, cuando un autómata, el abuelo Mayorga, tocaba las seis y media…
Jarandilla de la Vera, 12 de febrero (mañana)
A Jarandilla fuimos a cubrir el expediente, ya que el principal monumento, el parador —Castillo-Palacio de los Condes de Oropesa— estaba cerrado por obras. Aún así, tomamos un cafelito, echamos un vistazo a la iglesia de Nuestra Señora de la Torre y nos aprovisionamos de pimentón, el producto más representativo de la comarca.
Cuacos de Yuste, 12 de febrero (tarde)
Cuacos, capital de la comarca de La Vera, tenía poco más de 800 habitantes. Fuimos hasta la plaza, donde tomamos el aperitivo y comimos. Después, continuamos hasta el Monasterio de Yuste, lugar escogido por Carlos I para pasar sus últimos meses de vida. Visitamos a nuestro aire parte del convento, la iglesia, la residencia del emperador y terminamos dando un relajante paseo por los alrededores.
De vuelta a Cáceres, nos acercamos a la plaza para echarle un ojo a las tiendas y disfrutar de la temperatura tan agradable que hacía.
Guadalupe, 13 de febrero (mañana)
El Real Monasterio de Guadalupe, a unos 120 km de Cáceres, fue una de las maravillas que descubrimos en esta ruta. Lamentablemente no estaba permitido hacer fotos en los interiores, así que disfruté la visita sin tener que estar pendiente de cámara ni encuadres.
Trujillo, 13 de febrero (tarde)
El remate de este viaje no pudo ser más espectacular. Trujillo era una sinfonía en piedra, una enciclopedia de la forja del Nuevo Mundo y una heredera de una de las mejores muestras de patrimonio arquitectónico de Extremadura. De la mano de Alicia Ruiz —una de las mejores guías que me he encontrado en mi vida— nos sumergimos durante más de tres horas en los mil detalles e intrigas que atesoraba esta preciosa ciudad.
Aque noche —¡por fin!— nos pusieron en la cena un plato de migas extremeñas, que veníamos deseando desde nuestra llegada 😋