Grecia

Grecia es un país con una rico pasado, variada cultura y espectaculares paisajes. En julio de 2003 hicimos un crucero por varias de sus islas y estuvimos unos días en Atenas. Este es el relato de aquel viaje.

Lunes 14 de julio. Miconos

El domingo 13 volamos a Atenas y al llegar fuimos directamente a descansar al hotel. Al amanecer del lunes nos trasladaron a El Pireo. Atenas estaba toda en obras, preparándose para la olimpiada de 2004. El embarque en el Aegean I fue rápido, y después del simulacro de emergencia y una corta siesta, estábamos desembarcando en Miconos, la isla más turística de Grecia y un paraíso de libertad.

Conocía esta isla por una camiseta que mi amigo Gregorio llevaba en los 70. Paseamos por Jora, descubriendo rincones y callejuelas. Bajamos al puerto donde jugueteaba Petros, un pelícano muy conocido. Con las últimas luces del día, se iba creando una atmósfera excepcional. Vimos el ocaso junto a unos molinos, y regresamos al barco.

Martes 15 de julio. Kuşadasi y Patmos

Después de una noche de navegación, amanecimos en Kuşadasi (Turquía). Nos llevaron a ver la supuesta casa de la Virgen María, y después a Éfeso, la ciudad mejor conservada de la antigüedad. Aunque nada queda del Templo de Artemisa, paseamos junto al odeón, el templo de Adriano… Bajar la colina por la calzada milenaria era todo un espectáculo. Al fondo apareció la fachada de la biblioteca de Celso, el monumento mas fotografiado de la ciudad. Después, la fuente de Trajano, que a pesar de su fragilidad ha sobrevivido a los siglos… Llegamos al teatro; san Pablo, que vivió aquí bastante tiempo, debió predicar en estos lugares. Apretaba el calor cuando volvimos al barco.

Unas horas de navegación después, en plena siesta, llegamos a otro lugar bíblico: la isla de Patmos. Aquí vivió San Juan sus últimos años, pero estábamos cansados y desistimos de subir al Monasterio.  Compramos dos iconos y unas camisetas para los sobrinos. Y me tomé un café «frappé» mientras el Aegean I se preparaba para zarpar.

Miércoles 16 de julio. Rodas

Rodas es un trozo vivo de la Edad Media, la última escala de los cruzados. Aquí edificaron palacios, residencias y hospitales al gusto de los primeros europeos, en la frontera del Imperio Otomano. La primera visita fue al museo arqueológico, una joya, aunque muchos restos estaban dejados caer por los pasillos.  Hice muchas fotos y diapositivas para mis clases; me encantaron las esculturas del periodo arcaico y una copia del Laocoonte (el de los Museos Vaticanos fue esculpido por AgesandroPolidoro y Atenodoro, tres artistas de Rodas). En una de las últimas salas descubrí la lápida de un compatriota. ¡Que lejos vino a morir este desdichado! En la calle de las hospederías, la rivalidad de las naciones quedó reflejada en sus respectivos alojamientos. La más imponente, la francesa, que orgullosa luce blasones y bandera. Al final de la calle, el Palacio de los Caballeros, imponente edificio en el que aún se reúnen algunas órdenes militares.

En la parte alta de la ciudad medieval está el barrio musulmán. Los vecinos turcos ocuparon esta isla muchos siglos. Desde su anexión a Grecia, la comunidad árabe de la isla guarda silencio, reza discretamente en sus mezquitas y se dedica entre otras cosas al comercio. Después bajamos a Mandraki, el puerto de Rodas. Aquí hace mas de dos mil años, Cares de Lindos construyó el Coloso, la estatua de Helios mas grande de la que se tiene noticia (32 m.) Sus pies se apoyaban donde hoy están las columnas con los ciervos. Un terremoto derribó la estatua, y varios siglos después, un árabe vendió los trozos de bronce, siendo necesarios 900 camellos para transportarlos.

Después de la caminata nos perdimos en las callejuelas de la ciudad medieval y degustamos un gyros pita, musaka, y varias jarras de Mythos, la cerveza del país. Nos hubiéramos podido dar un baño en la playa, pero tras la paliza del día nos apeteció relajarnos en la piscina del barco. Esa noche teníamos la cena con el capitán.

Jueves 17 de julio (mañana). Creta

Creta es conocida en el mundo por los restos que conserva de la civilización minoica. El Cnosos fue un palacio no fortificado que desapareció a poco de construirse, tal vez debido a un terremoto. Y todo lo que vimos estaba reconstruido, con mejor o peor criterio. Los aposentos de la reina, además de una refinada decoración, disponían de baño y agua corriente ¡hace 3500 años! Al salir de la excavación descendimos por las gradas de uno de los primeros teatros del mundo.

Como la escala era breve, y el barco zarpaba a las 11, fuimos sin perder tiempo a Heraclión, la capital de la isla, para entrar en su museo arqueológico, que estaba muy bien organizado. En la planta superior, estaba la interesante colección de frescos originales rescatados de los palacios. Fue un placer contemplar, aún detrás de cristales, las pinturas de la primera civilización europea.

Jueves 17 de julio (tarde). Santorini

Antes de las cuatro estábamos entrando en el cráter de Santorini, una experiencia inolvidable. La isla tiene forma de media luna y los pueblos han crecido hasta el borde mismo del acantilado. En unas lanchas nos acercamos a la playa donde nos esperaba un autocar para ir al lugar mas fotografiado de Grecia, el pueblo de Oia. Hacía calor, pero el pueblo era una preciosidad. Las vistas al acantilado eran todas postales. Los que llevábamos cámara, no dejábamos de disparar; un carrete no duraba mas de cinco minutos. Pronto fue la hora de ponerse en cola para el funicular.

Viernes 18 de julio (mañana). Atenas

Al amanecer estábamos entrando de nuevo en El Pireo. Después del desembarco dejamos las maletas en el hotel y fuimos a la la acrópolis. A pesar del calor y de la muchedumbre de turistas la visita me impactó. Desde mis tiempos de estudiante había soñado este encuentro y aquellas obras de arte estaban ante mí. Bueno, no todas: el Templo de Atenea Niké estaba desarmado, ya que es preciso de vez en cuando cambiarle algunas piezas metálicas.

El Partenón me emocionó. Esta mole de estilo dórico que sirvió para cobijar la estatua de oro y marfil de la diosa Atenea, estaba en plena restauración. Y sin los mármoles robados. El Erecteión se edificó en el lugar que Atenea plantó el primer olivo. Con forma irregular me encantó la tribuna de cariátides, seis doncellas esculpidas por un discípulo de Fidias que soportaban elegantemente el peso del arquitrabe (las cariátides originales estaban en un museo a escasos metros). Completamos la visita con el templo de Zeus Olímpico, mandado construir por Adriano en el Siglo II, y que constaba de 104 columnas de estilo corintio de 17 metros de altura.

Viernes 18 de julio (tarde). Atenas

Después de comer paseamos por la ciudad. La Catedral Metropolitana estaba en obras, y a pesar de la impertinente sacristana, pude tomar alguna foto. Allí se casaron (y también en la católica de San Dionisio) los reyes, Juan Carlos y Sofía. En la Plaza Sintagma (Constitución) estaba el Parlamento y ante él, la tumba del soldado desconocido. Los evzones realizaban cada hora el cambio de guardia, con una perfección impresionante. También fuimos al Ágora Romana, en medio del barrio de Plaka. Nos lo habían recomendado para pasear, comprar, huir de las aglomeraciones y sobre todo para comer.

Sábado 19 de julio. Epidauro y Micenas

El último día del viaje a Grecia hicimos una excursión a la Argólida. Cruzamos el canal de Corinto, excavado por primera vez hace dos mil años, que acortaba mas de trescientos kilómetros la ruta de navegación entre Atenas e Italia. Pasamos por la zona donde vivía la familia de la reina Sofía; de hecho, ese día estaba allí de visita.

Epidauro era un enorme complejo hospitalario que disponía de todos los servicios de la época, incluido este teatro, con capacidad para 14.000 personas.

La Puerta de los Leones se construyó en el apogeo de Micenas (hacia 1250 a.C.) y era uno de los lugares mas conocidos de toda Grecia. No pude hacer una foto sin turistas. Esto es bueno, ya que así se ve cual es su tamaño real; en mi libro de historia, sin gente, me parecía mas pequeñaja. Aquí encontró Schliemann la supuesta máscara de Agamenón. Por toda la montaña hay cimientos del asentamiento, pero sólo eso. La subida a la cima fue decepcionante, además de agotadora; estábamos a más de 40º, seguro. Por último vimos el Tesoro de Atreo que muy probablemente sí fuera el enterramiento de algún rey de aquella época.

Nuestra última tarde en Atenas paseamos entre Sintagma y Omonia; vimos algunos edificios notables, la Universidad (en obras), una biblioteca, la casa de Schliemann, el descubridor de Troya y Micenas, que era un museo numismático y la Catedral Católica de San Dionisio Areopagita, donde se casaron Juan Carlos y Sofía.

El domingo por la mañana volamos de regreso a Madrid.

El siguiente viaje: Paris

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