Jerusalén

El último día de nuestro viaje a Jordania hicimos una excursión a Jerusalén. Según el programa, debíamos visitar el Mar Muerto, básicamente para comprar cremas, pero esta ciudad nos atraía mucho más. Salimos muy temprano de Ammán y llegamos al puesto fronterizo de Allenby. Allí sufrimos los exhaustivos controles y registros de todo lo que llevábamos encima. Proseguimos el camino, ya con nuestro guía Yaser Nimer, entre asentamientos, muros y alambradas…

La primera parada la hicimos en el Monte de los Olivos, junto al cementerio judío. La panorámica era espectacular. Después subimos la empinada calle por la que —según la tradición—  entró Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, y visitamos el huerto de Getsemaní, la Iglesia de las Naciones, o de la Agonía, que estaba en obras, y la Tumba de la Virgen María, en la que estaban también los restos de Santa Ana y San Joaquín

Comimos en 20 minutos y entramos en la ciudad vieja por la Puerta de los Leones. Dejamos para otra ocasión la explanada de las mezquitas (Cúpula de la Roca y Mezquita de Al Aqsa) por consejo de Yaser; después de visitar el lugar donde probablemente nació la Virgen María, recorrimos la Vía Dolorosa, calle que fue parte del itinerario que tomó Cristo, cargando con la cruz, camino de su crucifixión. Paramos en las nueve estaciones del viacrucis. Las 6 restantes estaban dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro.

Más tarde dimos una vuelta por los barrios judío y armenio y salimos por la Puerta de Sión hacia el Cenáculo. Era un lugar conmemorativo de la Ultima Cena; en una de sus habitaciones estaba el lugar de la tumba del rey David. Después fuimos a la Abadía de la Dormición y al Muro de las Lamentaciones. Tuvimos que pasar por un control de seguridad. Las chicas se lamentaban a la derecha —y los chicos a la izquierda, separados por una mampara— de la destrucción de la ciudad y la dispersión del pueblo hebreo, se leía el libro de los Salmos o se introducían papelitos con plegarias entre las rendijas del muro.

Otra vez cruzamos el barrio armenio hasta la Puerta de Jaffa, que estaba en obras, y vimos a lo lejos la ciudadela y el colapso del tráfico. De regreso a la frontera del río Jordán vimos mucho movimiento de carros y en una gasolinera, uno bastante viejo, seguramente de la guerra de 1967. Y esto fue lo que dieron de sí cinco horas en Jerusalén, que compartimos Baltasar, Mariló, Juan Pedro, Paola, Pilar y yo.

El siguiente viaje: Madeira

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