En nuestros viajes anteriores por Portugal y Galicia, Oporto nos había quedado demasiado al norte o al sur. Por fin, en septiembre de 2023 decidimos visitar esta hermosa ciudad, después de nuestra ruta por la Ribera Sacra. También hicimos una breve parada en dos ciudades interesantísimas: Guimarães y Braga.
Guimarães, 13 de septiembre
Después de 230 km —y de saltarme dos peajes 🤭— llegamos a Guimarães. Las autopistas portuguesas son estupendas, pero están gestionadas por varias compañías. Eso provoca errores y malentendidos en las entradas y en las salidas, que se resuelven pagando multas en los quioscos de prensa o esperando que aparezcan en una web para abonarlas en línea.
Guimarães es una preciosa ciudad cuyo centro histórico es Patrimonio de la Humanidad. Aquí nació Alfonso Henríquez, primer rey de Portugal. Atravesamos unos soportales de medievales y llegamos a la colegiata, la iglesia de la Virgen de Oliveira, que tenía un órgano espectacular. Disfrutamos paseando por sus calles, entre sus coloridas fachadas y entramos en otras iglesias, como la de la Misericordia. Por último subimos hacia el ayuntamiento, antiguo convento de Santa Clara y llegamos hasta el palacio de los Duques de Braganza. Empezaba a hacer calor, así que dejamos el castillo para otra ocasión y seguimos ruta hacia Braga.
Braga, 13 de septiembre
En media hora estábamos en Braga, la capital religiosa de Portugal, con más de 40 iglesias. Visitamos la Torre de los Coimbras, una capillita tan pequeña como encantadora. Seguimos recorriendo calles y plazas hasta la hora de comer. Después entramos en la impresionante catedral. Antes de seguir camino, llegamos hasta los límites del casco histórico: la Puerta Nueva, donde vimos que ya se vendían las primeras castañas asadas.
Oporto, 13 de septiembre
Llegamos a media tarde y lo primero que hicimos fue meter el coche en un garaje, donde estaría hasta nuestra marcha. El centro histórico de Oporto es fácil de recorrer a pie, salvo algunas cuestas y escalinatas 😅. Recogimos las llaves del apartamento turístico, que estaba en un edificio antiguo bien rehabilitado, a 300 m de la catedral. Después de instalarnos, salimos a dar una vuelta, por la plaza de la Batalla, la iglesia de San Ildefonso y los primeros tramos de Santa Catarina.
14 de septiembre
Me habían dicho que lo mejor de Oporto eran los azulejos de la estación, así que lo primero que hicimos el jueves fue acercarnos a la estación de San Benito (São Bento) en cuyo vestíbulo se relataba en 20.000 azulejos la historia de Portugal. Muy cerca estaba el puente de Luis I y la catedral, dos visitas imprescindibles. Desde ambas había unas vistas espectaculares de la ciudad y del río Duero, al que bajamos a continuación. Por las callejuelas no conté los escalones, pero fueron muchos, hasta que llegamos a nivel del río y compramos sin problema unas entradas para el crucero de los «seis puentes» que zarpaba en minutos. El barco iba abarrotado, y casi no tuve oportunidad de hacer buenas fotos. Lo mejor es que una locución en varios idiomas relataba la historia y los datos importantes de cada uno de ellos.
Nos desembarcaron en la orilla sur, Villanueva de Gaia, zona de bodegas y cruzamos a pie el puente de Luis I. El elevador estaba cerrado por obras, así que volvimos a subir las escaleras. Me fijé que algunas casas también tenían escalones en su interior 😯.
Después del aperitivo, comida y descanso, volvimos a salir. Recorrimos todo lo largo de Santa Catarina y a la vuelta entramos en el mercado de Bolháo. Terminamos la tarde con unas compras en los alrededores de la plaza de la Batalla, muy cerca del apartamento.
15 de septiembre
Nos quedaba mucho por ver, pero nos pusimos en modo flâneur y vagamos sin un rumbo. Nos encontramos con la torre de los Clérigos, uno de los símbolos de Oporto. Muy cerca estaba la famosa librería Lello, para la que había que pagar entrada (8€) y guardar varias horas de cola; con 3.000 visitantes diarios, estaba siempre abarrotada. Pasamos por el ayuntamiento, y también por el hospital de San Antonio, neoclásico y que seguía en funcionamiento. Tomamos un café y visitamos la iglesia del Carmen. De vuelta a nuestro barrio, entramos en Toranja, una tienda de recuerdos muy especial.
A la caída de la tarde fuimos a un anticuario, donde compré una matrícula antigua de carro. Nos anocheció a conciencia sobre el puente de Luis I; allí nos despedimos de la ciudad con unas vistas inolvidables ❤️