Paris (1985)

Viajamos a Paris a finales de 1985, jóvenes e inexpertos, haciendo un circuito en autobús. Tiré tres carretes de 24 fotos y un rollo de diapositivas. El revelado me lo hicieron fatal en un minilab, y las copias se habían decolorado todavía más con el tiempo. Sin embargo, al fotografiar los negativos y hacerle varios ajustes con el ordenador, creo que se merecen un sitio en esta web.

La ruta

Salimos desde Madrid el 29 de diciembre, bordeamos Burgos, y paramos a comer en un Bilbao agobiante y ennegrecido —que nada tenía que ver con el actual—. Después de atravesar las Landas bajo una nevada impresionante, nos alojaron en Le Lac, a las afueras de Burdeos. Al día siguiente otra buena tirada con parada en Chartres; tras una breve visita de su catedral, proseguimos hasta Paris y nos hicieron una visita panorámica. Paris estaba preciosa de noche con el alumbrado navideño.

El día 31 terminamos de hacer la panorámica: Montmartre, Campos Elíseos, Notre Dame y la Torre Eiffel, para acabar en Versalles, desde donde partía en unas horas el Rally Paris-Dakar. Despedimos 1985 desde el mirador del Trocadéro, a la luz de los fuegos artificiales.

A nuestro aire

El día de año nuevo empezamos a movernos a nuestro aire, en metro y caminando. Hacía frío y teníamos que tomar de vez en cuando algún café o chocolate para entrar en calor. Volvimos a la Torre, a Notre Dame, entramos en el Pompidou y acabamos el día viendo escaparates a lo largo de los Campos Elíseos. En la Place Vendome nos cayó una nevada enorme, se suavizó la temperatura y nos pareció estar soñando; aquel momento fue inolvidable.

El jueves 2 de enero de 1986 visitamos museos. Empecé con mal pie, olvidando en el hotel un carrete que me quedaba por tirar. Mientras iba a por la película, Pilar me esperó en el Arco del Carrusel. En el Louvre empezaban las obras de la Pirámide —recuerdo un gran atasco para entrar por la calle Rivoli— y era tan completo como inabarcable. Después fuimos al Museo de los Impresionistas que estaba entonces en el Jeu de Paume. Era lamentable ver tantas obras maestras amontonadas y mal iluminadas; afortunadamente en diciembre de ese año pasaron al Museo de Orsay. Por la tarde paseamos hasta Los Inválidos y visitamos la tumba de Napoleon.

A la mañana siguiente iniciamos el viaje de regreso, en el que hicimos una breve parada en el Castillo de Chambord. A pesar del frío que pasamos y de la paliza del autobús, fue un viaje inolvidable que hemos repetido —mucho mejor programado— en varias ocasiones. Como dijo Chopin, París responde a todo lo que el corazón desea.

El siguiente viaje: Nueva York

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