Zaragoza

En el verano de 2009 planeamos dar una escapada con unos amigos a Zaragoza, durante las fiestas del Pilar. El nuevo AVE nos lo ponía fácil, en dos horas y cuarenta y cinco minutos estábamos allí.

La gran ciudad estaba a punto de colapsarse; un taxista amabilísimo, camino del hotel, nos enumeró las principales actuaciones y nos orientó sobre cómo movernos por la ciudad estos días. El hotel Las Torres estaba en plena Plaza del Pilar. El edificio había sido rehabilitado con un aire minimalista. En la escalera me reencontré con estas palabras que pronunciara Winston Churchill en 1936 y que se me antojaron muy actuales. La vista desde el balcón de la habitación era inmejorable: la Basílica del Pilar y el Ayuntamiento.

10 de octubre, el pregón

Desde temprano se montaba la estructura para las ofrendas en el centro de la plaza. Hicimos unas compras en Belloso y fuimos a la Seo del Salvador, la Catedral de Zaragoza. Recientemente restaurada,  mezclaba estilos —románico, gótico, mudéjar y barroco—. En el exterior, el cimborrio, el ábside y el muro mudéjar, estaban declarados Patrimonio de la Humanidad. Vimos la colección de 63 tapices flamencos y 6 reposteros, que reyes, arzobispos, canónigos y el propio cabildo donaron a la Seo para su utilización y su exhibición en la catedral.

Paseamos por la Plaza de España y la calle del Coso, por donde discurría la antigua muralla romana; después por la calle de Alfonso I, hasta la Plaza del Pilar. La ciudad estaba repleta de joyas mudéjares, como la iglesia de San Gil Abad.

Zaragoza tiene, en lugar de museo arqueológico, una ruta con cuatro yacimientos romanos puestos en valor: el foro, el puerto fluvial, las termas y el teatro. Empezamos por descubrir el subsuelo de la Plaza de la Seo. En el museo del Foro se mostraban los cimientos, cloacas y tabernas del centro urbano de Caesaraugusta. Un audiovisual muy bien elaborado informaba a los visitantes de como transcurría la vida en esta ciudad hace dos mil años. En el museo del Puerto Fluvial había básicamente más cimientos.

Cuando oscureció, la Plaza se llenó a rebosar; para ver algo nos subimos a nuestro balcón. Ante nosotros desfilaron cientos de peñas y José Antonio Labordeta leyó un pregón lleno de humor y de sentimiento aragonesista. Los chinos, hacían su agosto, y yo aproveché para hacer todas las fotos que pude. Aquella noche tocaron Los Secretos en la plaza.

11 de octubre, la víspera

Desde muy temprano sonaban jotas por todas partes. Visitamos la Basílica del Pilar; a un paso, gigantes, cabezudos y una misa baturra. Después fuimos a la Aljafería, un conjunto de tres palacios en las afueras de la ciudad. Precioso era el palacio taifal del siglo XI, residencia de recreo de los reyes saraqustís. Por su estilo, está considerado el eslabón entre el arte cordobés y el nazarí de la Alhambra de Granada. No menos hermosos eran el de Pedro IV y el de los Reyes Católicos. «Fernando, rey de las Españas, Sicilia, Córcega y Baleares, el mejor de los príncipes, prudente, valeroso, piadoso, constante, justo, feliz, e Isabel, reina, superior a toda mujer por su piedad y grandeza de espíritu, insignes esposos victoriosísimos con la ayuda de Cristo, tras liberar Andalucía de moros, expulsado el antiguo y fiero enemigo, ordenaron construir esta obra el año de la Salvación de 1492».

Zaragoza es una ciudad para pasear. En cualquier esquina aparece una majestuosa torre, la de la iglesia de Santa Isabel (San Cayetano), la de San Juan de los Panetes, la Torre de la Zuda, lo que queda del alcázar musulmán… En la plaza calentaban motores Alex Ubago y el Coti.

Por la tarde fuimos a La Lonja, un edificio civil construido en el s. XVI. Había una exposición de Pepe Cerdá,  con tiovivos, escaparates, y sobre todo gasolineras, que me encantaron. Por la noche siguió el ambiente festivo hasta muy tarde; menos mal que trajimos tapones para los oídos.

12 de octubre, el Pilar

A las ocho de la mañana, con un leve cierzo, desde mi balcón vi que ya había comenzado la ofrenda. Eran miles de personas las que en rigurosa fila se acercaban al andamiaje. Mientras, varias emisoras de radio emitían en directo al alcalde Belloch, y Juan Ramón Lucas, cabreado porque un oyente llevaba cinco minutos hablando por el teléfono…

La talla de la Virgen del Pilar es de madera dorada y mide 38 centímetros de altura. Descansa sobre una columna de jaspe, resguardada por un forro de bronce y plata y cubierta por un manto hasta los pies de la imagen que presenta a María coronada y con túnica y manto, contemplando a Jesús niño que agarra el manto de su madre con la mano derecha y un ave con la izquierda. Estuvimos en la misa pontifical, presidida por el Arzobispo de Santo Domingo y Primado de América. Un canónigo que escuchaba no daba mucho crédito a ciertas imprecisiones históricas del celebrante.

A las cuatro de la tarde seguía la ofrenda; todo Aragón bajaba por la calle Alfonso I. Después de descansar un rato, fuimos al teatro romano. Fue construido en la primera mitad del siglo I d. C. (gobiernos de Tiberio y Claudio). Tenía capacidad para unos seis mil espectadores. En 1974 unas prospecciones arqueológicas lo sacaron a la luz y actualmente se puede visitar en el marco del Museo del Teatro de Cesaraugusta.

Testimonio del consejero de Cultura e Infraestructuras del Ayuntamiento de Zaragoza: «La tradicional ofrenda de flores a la Virgen del Pilar fue la más larga y multitudinaria de la historia: se prolongó durante once horas, desde las siete y media de la mañana a las seis y media de la tarde, y congregó a 300.000 oferentes, que subieron al monumento a entregar sus ramos de flores, y a 150.000 acompañantes. Desfilaron más de 400 grupos organizados y una muchedumbre de más de 25.000 personas por hora, que depositaron más de siete millones de flores a los pies de la patrona de la Hispanidad. El buen tiempo y el puente de cuatro días animaron a que se acercaran visitantes y devotos de toda España».

Otro descubrimiento de aquella noche fue la iglesia de la Magdalena, mudéjar del siglo XIV, realizada en ladrillo y con grandes analogías con las torres mudéjares de Teruel. A las once de la noche ya fue posible acercarse al tenderete de la Virgen y hacernos una foto.

Antes de marcharnos, pasamos por otros lugares emblemáticos. La Puerta del Carmen, escenario de la heroica defensa de pueblo de Zaragoza ante los franceses, estaba en mis primeros libros de historia. El amable taxista que nos llevaba a la estación dio un rodeo y pude apreciar sus dimensiones y el penoso estado en que quedó después del asedio. Muy cerca, La Plaza de Toros de Zaragoza, una de las más antiguas de España y el monumento a Agustina de Aragón. Y la propia estación de Zaragoza Delicias y el recinto de la Expo 2008, con el Puente del Tercer Milenio y la Torre del Agua, de 76 metros de altura. La estación, con un gran espacio interior de más de seiscientos metros de largo por ciento ochenta de ancho, contaba con ocho andenes con una longitud de 400 m cada uno.

Nos quedaban por ver la ofrenda de frutos, el Rosario de Cristal, las vaquillas y tantos otros actos y festejos; había diversión asegurada hasta el domingo siguiente. Pero teníamos que volver. Otro año será…

El siguiente viaje: Barcelona

joaconde.net utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de usuario. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies